MENSAJE
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Mensaje de Mons. José Dimas Cedeño
En nuestro país estamos
acostumbrados a decir la frase: "Felices Pascuas" con motivo de
la Navidad. Sin negar el valor espiritual de esta frase para cualquier momento
y época del año es muy necesario e importante aclarar que
la palabra Pascua en su sentido original y auténtico tiene su plena
y perfecta realización en la muerte y resurrección de Nuestro
Señor Jesucristo. Al leer atentamente el capítulo 12 del libro
del Exodo comprenderemos mejor el origen de nuestra Pascual. Fue el mismo
Dios quien con motivo de la liberación del pueblo de Israel de la
esclavitud de Egipto dictó a Moisés con lujos de detalles
la forma de prepararse para la salida hacia la tierra prometida.
Tomar un cordero por familia, macho de un año, sin defecto con
cuya sangre debieron untarse los jambas y el dintel de las puertas y comercio
con panes, sin levadura y con hierbas amargas; debió comerse deprisa
y con bastón en mano porque es "la Pascua del Señor".
Realmente el Señor pasó en la noche indicada y mostró
su gran poder. El pueblo escogido logra salir de la esclavitud y amparado
constantemente por Yaveh pasa a pie enjuto por el mar rojo y camina a su
tierra original.
Los cristianos sabemos que esos acontecimientos grandiosos en los que
Dios hizo derroche de bondad y de poder marcaron profundamente al pueblo
judío y le dieron el matiz propio de su historia. Pero también
sabemos por la fe que esos hechos que en sí en su tiempo fueron salvíficos
también tuvieron razón de signos de lo que Dios haría
en el futuro para liberar no ya a un pueblo en especial, sino a todo el
género humano, no de una esclavitud como la que impuso el Faraón
en Egipto, sino de la más terrible y perniciosa de las esclavitudes:
la del pecado a la cual nos sometió Satanás en los albores
mismos de nuestra existencia como seres humanos.
Por muchos siglos el pueblo hebreo celebró como fue el mandato
de Dios la salida de Egipto con la cena pascual. En ella el padre de familia
debía relatar el motivo de la misma a fin de que los hijos comprendieran
la intervención extraordinaria del Señor a favor de su pueblo
elegido. Esto explica que para los Hebreos la fiesta de la Pascua era la
más solemne e importante del año y dentro de ella el día
grande y solemne era el Sábado, día del reposo. Se inmolaban
corderos y eran muchos los sacrificios que se ofrecían en honor y
acción de gracias a Yaveh.
Jesús como miembro auténtico del pueblo judío también
celebraba cada año la fiesta de Pascua. Cuando acudió por
primera vez a Jerusalén cumplidos los doce años, quiso permanecer
unos días en el Templo dando enseñanzas a los maestros de
la ley, se dice popularmente que "se perdió" y lo encontraron
en el Templo. Para cumplir con todo el programa que el Eterno Padre le había
trazado, Jesús decide dar cumplimiento a todas las profecías
precisamente durante las fiestas de Pascua. Esto era lo más normal
puesto que todo lo que Dios hizo con su pueblo y todo lo que se escribió
tenía como finalidad preparar nuestra redención mediante la
muerte de Jesús en la cruz y su gloriosa resurrección. Ya
en un salmo leemos que "ni sacrificios ni holocaustos querías,
pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos, ni víctimas,
dije entonces: he aquí que vengo" (Salmo 40,7).
Cuando Juan el Bautista hace a sus discípulos la presentación
de Jesús a orillas del mar de Galilea, les dice: "Este es el
Cordero de Dios! Juan 1,36. Al leer el Evangelio de San Mateo, dado que
fue escrito originalmente para los cristianos de origen hebreo, con frecuencia
narra los hechos y añade: "para que se cumpliera la escritura".
Para nosotros los cristianos la celebración de la Semana Santa no
debe ser otra cosa que revivir los acontecimientos de la pasión y
muerte de Jesucristo pero compenetrándonos de su verdadero y profundo
significado. Nos encontramos no ya con hechos que anunciaron sino con el
pleno cumplimiento de los mismos.
Es por eso que el punto culminante de estas celebraciones, las más
sagradas e importantes de todo el año no es el Viernes Santo, sino
la Vigilia Pascual y el día de la Resurrección, primero de
la Semana. Si solamente conmemoramos la muerte de Cristo en la cruz y su
sepelio, nuestras fiestas no tendrían ningún sentido. Como
enseña el Apóstol Pablo, si Cristo no hubiera resucitado vana
sería nuestra fe y vana o inexistente la esperanza de la vida eternas
(1 Cor. 15, 14-15).
Es imperdonable el que un verdadero cristiano hable todavía de
"Sábado de Gloria" y no de "Sábado Santo".
Después que el Papa Pío XII restauró la Vigilia Pascual
en 1951 ya es tiempo de que nuestras comunidades católicas comprendan
el valor de la Resurrección de Jesucristo, ése fue su triunfo
sobre el pecado y sobre la muerte; ésa es nuestra verdadera liberación,
por eso a partir de ese acontecimiento para los cristianos todos los Domingos
es el día de la resurrección y el día del Señor.
El día del gran reposo mandado por Dios al pueblo hebreo era el
anuncio y la figura del día en el que el cuerpo de Jesús reposó
en el sepulcro para levantarse con poder en la madrugada del primer día
de la semana. Es por eso que no se debe decir a este "Sábado
Santo", día de recogimiento y de silencio.
Es el único día en el año en el que no hay liturgia
y nos preparamos para el Domingo con la solemne Vigilia Pascual.
Vivamos con alegría y esperanza la resurrección de Jesucristo
porque es, también nuestro triunfo y nuestra resurrección.
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