CRIMENES FAMOSOS
Un reverendo devoto de las damas
Max Haines
El Rvdo. Griggs sólo
tenía ojos para Lottie. Su esposa no estaba contenta.
Ronald Griggs nació en Franklin, Tasmania. Durante la Primera
Guerra Mundial, siendo todavía un jovencito, se unió al ejército
y fue enviado inmediatamente a Inglaterra. También sirvió
algún tiempo en Francia.
No se sabe exactamente cuándo y dónde Ronald vio la luz,
pero sí sabemos que al terminar la guerra, estudió para ejercer
el ministerio metodista en el Queen´s College en Melbourne, Australia.
En 1926, obtuvo un diploma en teología y fue enviado para atender
las necesidades espirituales de la congregación Metodista en Omeo,
una ciudad en un valle diminuto ubicado a alrededor de 300 kilómetros
de Melbourne. Los buenos habitantes de Omeo, unos 2.000, eran principalmente
criadores de ovejas y ganado.
El reverendo Griggs no llegó a su nuevo destino solo. Recientemente
se había casado con Ethel White, a quien había conocido toda
su vida. Hacían una linda y respetable pareja. Ethel era maestra,
tocaba el piano e impresionó a toda la comunidad.
Durante siete meses Ronald salvó cada alma que podía
encontrar, mientras que Ethel enseñaba en la escuela primaria. Era
una vida serena, confortable y por sobre todo temerosa de Dios. Ethel pronto
anunció que llevaba un niño en sus entrañas. ¡Aleluya!
Es penoso relatar que alrededor de 15 kilómetros fuera de la
ciudad vivía un rico terrateniente, John Condon y su familia. En
total, John tenía cinco hijos, pero es a la nacida en segundo lugar
que debemos dirigir nuestra atención. Lottie tenía unos maduros
20 años, con una figura estupenda y un cutis sonrosado. Era una joven
muy atractiva.
Ethel invitó a Lottie a la parroquia, ¿por qué
no? Su papá era uno de los mayores contribuyentes a la iglesia de
Ronald. La invitación fue un gran error de parte de Ethel. Su marido
tenía ciertos pensamientos sobre Lottie que no tenían nada
que ver con asuntos eclesiásticos.
Un hermoso día, Ronald de 26 años, que se desplazaba
por su parroquia en una motocicleta equipada con un cochecito lateral, pidió
a Lottie que lo acompañara. Ellos pasaron la noche en la residencia
de un miembro de la iglesia porque era demasiado arriesgado retornar de
noche a través de las montañas.
Más tarde, Lottie relataría que discretamente ocuparon
habitaciones diferentes pero, también discretamente, ella se deslizó
al cuarto de Ronald en mitad de la noche. En las palabras de Lottie, "Esa
noche tuvo lugar una mala conducta," que pienso era el modo propio
de una dama de decir, "Lo hicimos."
Ahora, amigos, estamos hablando de una unida comunidad rural. Las lenguas
se movieron. Lottie parecía estar siempre ayudando al reverendo en
la parroquia. Un día fatídico Ethel entró a la cocina
inesperadamente y encontró a su marido acariciando la frente de Lottie.
Un gesto completamente inocente, se podría decir, pero no tan inocente
a la luz de los rumores que le estaban llegando a Ethel.
Desde este incidente en adelante, Ethel sospechó y acusó
a su marido de mantener una prolongada relación con Lottie. Mientras
tanto, dio a luz a una niña, después de lo cual se fue a la
casa paterna para estar con su madre por seis semanas.
Con Ethel lejos, el reverendo y Lottie se dedicaron a ello como conejos
en su madriguera. Cuando el paréntesis de Ethel concluyó,
ella y Ronald tuvieron una conversación a solas. El le dijo a Ethel
que bajo las circunstancias sería mejor para ella que tomara el bebé
y retornara a casa de Mamá. Ella estuvo de acuerdo, pero luego Ronald
cambió de idea. Dramáticamente, saltó sobre su motocicleta
y pudo alcanzar a Ethel antes que abordara el barco para su país.
La convenció de volver a la parroquia.
Una vez que estuvieron de vuelta en Omeo, el reverendo retomó
las cosas con Lottie donde las había dejado. Finalmente, el padre
de la muchacha entró en escena. Le dijo a Ethel que no quería
que su marido fuera a su casa y estuviera por ahí con su hija. El
Sr. Condon hasta insinuó que el Rvdo. Griggs no era un hombre apto
para cuidar de las necesidades espirituales de la comunidad.
En este punto, Ethel ya había tenido suficiente. Le pidió
el divorcio a Ronald. El se declaró inocente y le rogó que
volviera con su madre por un período de seis meses para reconsiderarlo.
Ethel aceptó su sugerencia. Ronald y Lottie volvieron inmediatamente
a su actuación de conejos hasta fines de diciembre de 1928, cuando
Ethel avisó que volvía.
Ethel pasó sólo una noche en su hogar antes de caer enferma.
El reverendo le prestó poca atención, ocupado con sus feligreses.
Cuando el estado de Ethel empeoró, buscó el consejo del Dr.
Matthews. El buen doctor escribió una prescripción, la que
Ronald diligentemente hizo preparar por el farmacéutico local, un
tal Sr. Perry.
Al día siguiente Ethel estaba tan enferma que Ronald corrió
al consultorio del doctor para avisarle del grave estado de su esposa. A
las 11:00 de la mañana, el doctor Matthews fue a la parroquia donde
encontró a Ethel haciendo arcadas convulsivamente. Le dio un poco
de la medicina que le había prescripto y a la caída de la
tarde, su paciente parecía haber mejorado en cierto modo.
El 3 de enero, a la 1:00 de la madrugada, el Dr. Matthews fue llamado
urgentemente a la parroquia. Encontró a Ethel Griggs muerta. El doctor
pensó que la muerte había sido causada por el duro viaje por
mar que había soportado cruzando el Estrecho de Bass desde Tasmania.
Eso, más un doloroso bocio, habían contribuido a una falla
cardíaca. El doctor debidamente hizo el certificado de defunción.
Una autopsia se consideró innecesaria.
El Dr. Matthews pudo haber sido engañado, pero los pobladores
no. Los chismes llegaron a oídos del agente McMillan, la ley local,
quien a su vez informó a la policía de Sale, la ciudad más
cercana. Se despachó un detective para investigar la muerte de Ethel
Griggs.
El Sargento Detective Mulfahey visitó a Lottie. Quedó
sorprendido de su franqueza. Relató con detalles cómo ella
y el reverendo habían mantenido relaciones por meses. Lottie dio
al detective todos los detalles sexuales por escrito. La próxima
parada, el sacerdote mismo. Pobre Ronald; empalideció y tartamudeó,
pero finalmente corroboró la declaración de Lottie. Sí,
había actuado indiscretamente, pero él no tenía nada
que ver con la muerte de su esposa.
Las autoridades decidieron exhumar el cadáver de Ethel. Como
resultado, todos sus órganos internos fueron examinados. Cada órgano
investigado contenía arsénico. El forense declaró que
en su opinión, la difunta había tomado o le había sido
administrado cinco veces la dosis letal de arsénico. Una vez que
el veneno fue establecido, las autoridades fueron a la casa de Condon donde
Ronald había pasado tanto tiempo. Detrás de la casa encontraron
una lata de querosén etiquetada arsénico blanco. Aunque Ronald
negó tener conocimiento de la lata de arsénico, fue arrestado
y acusado del asesinato de su esposa.
El 7 de marzo de 1929, el Rvdo. Griggs fue sometido a juicio en Sale
por el asesinato de su esposa. El farmacéutico Perry testificó
que en diciembre Ronald había intentado comprar ácido sulfúrico
y ácido nítrico. Cuando no pudo dar una explicación
lógica de por qué solicitaba los ácidos, Perry se rehusó
a hacer la venta. Siguió diciendo que semanas después había
intentado comprar arsénico. Cuando le preguntó para qué
quería el arsénico. Ronald dijo que estaba experimentado con
minerales. Una vez más, dejó el negocio sin hacer la compra.
La siguiente en el estrado por la fiscalía fue la madre de Ethel,
quien declaró que su hija había estado en perfecto estado
de salud y de espíritu cuando dejó Tasmania. Dos azafatas
del SS Nairana testificaron que Ethel y el bebé habían estado
bien en el viaje de Tasmania a Melbourne.
El Rvdo. Griggs subió al estrado en su propia defensa. Admitió
adulterio, pero negó haberle administrado veneno a su esposa. Dijo
que recordaba haberle pedido al Sr. Perry ácidos que pudieran corroer
los metales pero no el oro. Había encontrado un trozo de cuarzo,
que creía que contenía oro y quería experimentar.
Resumiendo, el abogado de Ronald urgió al jurado que no juzgaran
a su cliente por adúltero, porque no estaba en juicio por esa infracción.
El jurado deliberó por siete horas antes de declarar que estaban
irremediablemente en un punto muerto. Se ordenó un nuevo juicio.
En el segundo juicio de Ronald, el jurado retornó con un veredicto
de no culpable. Había derrotado a la acusación, pero la comunidad
de Omeo no fue tan indulgente. Fue retirado de su puesto. Se las arregló
para conseguir un lugar como ministro ayudante en una aislada congregación
australiana. En unos pocos meses su pasado fue revelado y fue despedido
nuevamente.
Después de esto, el Rvdo. Ronald Griggs desapareció de
la vista del público para siempre.
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