Pacientes de hemodiálisis
Antonio Pérez M.
Crítica en Línea
Es la madrugada de cualquier
día del año, César termina de recibir sus tratamientos
en la sala de hemodiálisis de la Caja de Seguro Social, su cuerpo
está desgastado, a pesar de que tiene 17 años sus piernas
no tienen la suficiente fuerza para mantenerlo de pie.
Su madre es su única compañía, no tienen un vehículo
disponible para trasladarse a su residencia en Las Mañanitas de Tocumen,
a esa hora de la madrugada lo que menos hay es un bus colectivo, y los transportes
selectivos prefieren utilizar esa frase que ya se les ha hecho costumbre:
"No voy para allá", sin tomar en cuenta que la tarifa mínima
en este sector de la ciudad es de diez dólares.
Durante tres veces a la semana César pasa por la misma suerte,
pero su deseo de vivir lo llena de valor para hacer todo su esfuerzo posible
y llevar una vida normal como cualquier otro adolescente.
Cuando termina sus tratamientos de hemodiálisis, y después
de tantos intentos para conseguir un transporte que lo lleve a su casa,
son pocas las horas que utiliza para dormir, porque le espera otro deber;
tiene que estudiar, para luego ponerse su uniforme y dirigirse a la escuela.
César cursa el sexto año en el turno vespertino de
un colegio ubicado en el corregimiento de Juan Díaz. A pesar de sus
dificultadas tiene buenas calificaciones.
Su sueño es poder hacer una vida normal como sus compañeros,
salir al cine y comer lo quiera, salir a una fiesta y tomar cualquier tipo
de bebida sin el temor a que su riñón no pueda liberar los
tóxicos.
Para que César pueda hacer todas estas cosas, la única
salida es un transplante de riñón, puede ser de un pariente
vivo o de un cadáver que sea compatible con él.
La primera propuesta no es favorable para César, porque si
alguien de su familia se ofrece a donar un riñón puede que
con tiempo padezca de insuficiencia renal y él no quiere ese sacrificio,
por eso la segunda propuesta es la más aceptable.
Allí están las esperanzas de César, que es el
reflejo de muchos jóvenes que padecen esta enfermedad y de otros
pacientes que a pesar que no tengan la edad de un adolescente, sueñan
vivir lo suficiente para hacer cumplir sus metas.
Hace cinco años muy poco se hablaba de los pacientes de hemodiálisis,
pero todo ha cambiando ante el creciente número de hogares panameños
atrapados con este mal.
En esta sociedad muy poco se ve a un hombre llorando, pero al presenciar
el llanto desconsolado de un padre por el sufrimiento de tener a un hijo
que no pasa de los 20 años y que no puede caminar por los embates
de la insuficiencia renal, es algo que conmueve a cualquiera.
Este hombre que preferimos no mencionar su nombre, lloró ante
las autoridades de salud, su hijo se está acabando, y por no caminar
sus piernas se han enflaquecido, y cada día que pasa pierde las ganas
de vivir.
Desde los siete años fue atacado por este mal, pudo lograr
ser beneficiado con un transplante de riñón en los Estados
Unidos, pero en la plenitud de su vida, el órgano empezó a
fallarle y tuvo que recurrir nuevamente a las máquinas de hemodiálisis
que le han prologando la vida pero lo han ido acabando.
Las lágrimas de este señor tienen un significado: que
inicie cuanto antes un programa de transplante cadavérico.
Tal vez este joven al que preferimos no mencionar su nombre, no reciba
los beneficios de ese programa, si llega a darse, pero el llanto de su padre
es en solidaridad con todas esas familias que tienen hijos padeciendo de
esta enfermedad y pueden salvarse con transplante de riñón.
Pedro Vargas, uno de los dirigentes de los pacientes de hemodiálisis,
fue beneficiado con un transplante de riñón en Colombia, pero
los momentos amargos que pasó para obtener el órgano, no se
lo desea a sus compañeros, por eso a pesar de estar curado, está
luchando para que se cree el programa en Panamá.
La directora de la Caja de Seguro Social, se ha comprometido en llevar
a 50 pacientes a Colombia, para ser operados, pero Pedro Vargas considera
que volverán los tramites burocráticos, y los enfermos pueden
correr el peligro de no llegar a tiempo y fallecer.
Marcos Mosquera, otro de los dirigentes, ha sido más drástico,
él está cansado de las promesas de las autoridades de salud
y piensa que la mejor forma para presionar es una huelga de hambre.
Mosquera en estos momentos está hospitalizado, ha estado al
borde de la muerte en varias ocasiones mientras recibe su tratamiento de
hemodiálisis, pero dice que sus hijos le han dado ganas de vivir.
Este hombre a pesar de padecer de esta enfermedad y tener en su cuerpo
las huellas de las máquinas de hemodiálisis, no descansa y
sigue luchando no sólo por él sino por esos niños,
jóvenes y ancianos que han sido atacados por la insuficiencia renal
y cada día ven frustradas sus ilusiones.
Hay niños, jóvenes, adultos y ancianos, atrapados por
esta enfermedad, personas de todos los estratos sociales, la insuficiencia
renal no mira raza, ni sexo, cualquiera puede ser atacado por sus garras.
Los pacientes no descansarán hasta que las autoridades hablen
claro y pongan en marcha los programas de transplante cadavérico.
Los directivos de la CSS, del Ministerio de Salud, hacen un llamado a la
ciudadanía para que tomen conciencia y donen sus órganos.
Todos pueden decir que tienen el interés en resolver el problema,
pero las soluciones brillan por su ausencia, mientras que los pacientes
de hemodiálisis siguen recibiendo los embates de esta mortal enfermedad.
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