Ante las sonrisas de mis dos acompañantes, puse una lata de leche evaporada en la puerta del vidrio del restaurante cinco estrellas de la Calzada de Amador. Eran casi las tres de la tarde del día catorce de marzo pasado.
Había decidido invitar a una amiga y a mi esposa a un elegante restaurante italiano. Nunca pensé el mal servicio que íbamos a sufrir.
Lo primero fue que le trajeron una limonada a la invitada... hecha con un limón dañado. Con cierta pena lo dijo y yo pedí que trajeran otra... El mesero dijo que no había más limones...
Comimos bien. Al pedir un café con leche de lata (crema) se me informó que "no había leche. Toda la gastaron el día ante en hacer un flan".
Tuve que tomarme el café tinto, porque tampoco había sobres con leche en polvo.
En ese momento el agua se había acabado en los vasos. Tuve que llamar a la mesera y pedirle agua... Me trajo sólo un vaso. Algo molesto le pedí agua para todos los vasos.
Luego de pagar la cuenta cinco estrellas, decidí buscar una lata de leche. La encontré a pocos metros en un almacén de víveres.
Decidimos dejarle una lata de leche en la puerta, como protesta por el mal servicio, ya que el restaurante había cerrado.
Recordamos que "no sólo en Panamá se cuecen habas", con el mal servicio en restaurante caros.
En Buenos Aires, al pedir postre en uno cinco estrellas de Puerto Madero, me dieron una cuchara enorme que se usa para tomar sopa.
Le dije al mesero que trajera una cuchara más chica. Entonces se apareció con tres cucharas de tamaño distinto... para que escogiéramos la que nos agradaba.
Recordamos que los meseros deben conocer qué tipo de cubierto se usa para sopas, plato fuerte y postres.
Esto se enseña a los niños en muchas casas. También en algunas escuelas en la materia "Educación para el Hogar".
Imagino que para ser mesero se debe tomar un curso básico sobre cómo atender a los clientes.
Aquí en Panamá desde hace años se prepara a meseros. Por lo visto la mesera del pomposo restaurante de Amador no tomó dicho curso.
En restaurantes populares nos han atendido mejor. El asunto no tiene que ver con lujos y precios caros, sino responsabilidad al atender a los clientes. No pienso volver a ese restaurante donde nos atendieron mal. Sería tonto "pagar por sufrir".