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 Martes 11 de abril de 2000


La extrema y lejana muerte

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Redacción
Crítica en Línea

De todos los temas que he conversado en mi vida ninguno me es tan sencillo y a la vez tan doloroso como es el de la muerte, no el de la muerte de miles de bosnios en otra parte del mundo, o la muerte de la princesa Diana o la muerte del lejano y distante continente africano, hablo de la muerte de alguien con quien compartimos un pedacito de nuestro corazón, la pérdida del amigo, la pérdida de aquel que por años o por tan sólo un instante acarició nuestra interioridad, es extraño y casi misterioso, la dualidad del dolor físico por la partida de aquella persona que tan sólo ayer fue parte de nuestra existencia, y simultáneamente la de sabernos felices porque ya descansó... es extraño y desconocido el dolor que rasga el alma, dolor que no sabíamos existía dentro de nosotros, y la tranquilidad de saber que nunca abandonará nuestros corazones. Es misterioso y muy confuso toda la empatía que podemos sentir por el hijo, por el hermano, por el padre que ya dejó de tener lágrimas, y cuyo dolor es transformado por el de la serenidad. Tengo a veces confusiones en mi espíritu, por saber que mi alma es eterna, saber que todo es pasajero, saber que nada es permanente, que todo pasa en esta vida, y aún así a veces ver mi egoísmo de querer invertir miles de dólares en algún negocio, mientras que a sólo 2 cuadras hay hambre, y más hambre, para qué, por qué..., hoy día con la muerte de una amiga, tengo mi respuesta, todos tenemos que morir, no hay escape de la gran dama, ni para el rico ni para el poderoso, todos tenemos algún día que irnos, todo en el universo, incluyendo las estrellas, mueren, filosofando hoy día, me pregunto si el día que me toque a mí, tendré el mismo valor, si tendré la misma mirada orgullosa de Irene Escofery al partir, hasta el final fue bella, hasta su último aliento fue el de abrazar la bella vida que Dios le dio.

No sé qué hay después de que cerramos nuestros ojos y comenzamos nuestro viaje de regreso a casa, no sé dónde es casa. No sé si los musulmanes tienen la razón y tenemos que regresar si no hemos caminado correctamente el camino indicado por Dios, tampoco sé si la muerte de los cristianos, una sóla oportunidad, un sólo juicio, es la verdadera, sólo sé que hebros, budistas y boys scouts todos partiremos de esta tierra hacia el paraíso, infierno, "balhalla", o hacia la nada, todo tiene un final y ningún filósofo, oriental u occidental cambiará la gran verdad que nos aguarda al morir, y es sólo y sólo en ese instante, que todos nuestros ladrones de turno, aquellos que siguen amasando dinero y amasando fortunas, sin importarles un ápice el dolor de su prójimo, pronto muy pronto descubrirán que el día de su partida no está tan lejos y escondido como pensaban, ese día cada uno individualmente nos enfrentaremos, a la pregunta que la eternidad y el infinito se han hecho...¿de qué le sirve al hombre granjear el mundo, si en el trayecto de hacerse rico pierde su alma...? ¿De qué me sirve el hacerle daño a la humanidad acaparándolo yo todo, mientras nuestros hermanos pasan hambre? Tengo dudas hacia dónde iré, no sé si eso del cielo sea cierto, a veces me parece que es como un cuento grande, pero de algo sí estoy seguro, que no me importa la existencia de un cielo, ni la existencia de un infierno, para saber que en este mundo existen seres maravillosos, que no todo Panama es feo, ni que todos somos egoístas y rencorosos. Sé por Irene que el amor existe, y sé que el amor existe porque Dios existe, creo que sólo es cosa de decidir qué quiero, de tomar decisiones, y caminar el pequeño y minúsculo pedacito de tiempo que tenemos como hermanos, como amigos, no como amos y esclavos.

Creo con todo mi corazón que puedo carminar los otros años que se me permitan vivir, gracias a seres humanos como Irene que aún en la puerta de su gran aventura tuvo tiempo para mirarme y dedicarme un pequeño adiós que durará en mi vida cada vez, que mi egoísmo aflore, un pequeño adiós que me servirá, para pensar que la vida va más allá de aquello que estúpidamente pensamos que es la buena vida, cómo me gustaría que hubieran miles de Irene en nuestra Patria, como me gustaría...

 

 

 

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Creo con todo mi corazón que puedo carminar los otros años que se me permitan vivir, gracias a seres humanos como Irene que aún en la puerta de su gran aventura tuvo tiempo para mirarme y dedicarme un pequeño adiós que durará en mi vida cada vez, que mi egoísmo aflore, un pequeño adiós que me servirá, para pensar que la vida va más allá de aquello que estúpidamente pensamos que es la buena vida, cómo me gustaría que hubieran miles de Irene en nuestra Patria, como me gustaría...

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