La muerte de Jesucristo en la cruz, el asesinato del Hijo de Dios, fue un acontecimiento dramáticamente negativo, atroz y vergonzoso para la humanidad. Puede verse como el fracaso total de un hombre que se hacía pasar por Dios, que fue abandonado por sus amigos, sino simplemente el fracaso de un hombre más que intentó hacer algo bueno y terminó asesinado. Jesús, colgado en la cruz, murió y punto; el acontecimiento en sí no da parra más. Los dos de Emaús dijeron simplemente: “Vámonos para nuestra casa” y los discípulos:; “Escondámonos pues nos puede matar”. No podían hacer más.
Pero ese no era simplemente un hombre, sino Dios y Hombre. Esta situación realmente dramática refleja adónde hemos llegado como seres humanos en esta escala progresiva de aniquilación, destrucción y muerte. Si fuimos capaces de matar al Hijo de Dios, de qué no somos capaces los seres humanos. ¿Qué nos lleva a irnos aniquilando poco a poco? Pero Cristo resucitó y la muerte no pudo con Él. Los tres días que estuvo Jesús en la tumba fueron un mensaje tremendo del amor de Dios para con nosotros. Demostró hasta dónde era capaz en su amor, no solamente de encarnarse el Verbo, de vivir como un hombre más y de morir, sino de pasar tres días en el sepulcro, en el Seol, en el lugar de los muertos de donde nadie puede salir jamás. Cristo Jesús estuvo en el valle de los muertos y desde allí logró lo que humanamente nadie podía ni imaginar. Esa es la clave del mensaje del evangelio: Cristo vive y reina; es nuestro Dios vivo y resucitado.
Cristo resucita de entre los muertos, levanta de la tumba a los millones de muertos que en la historia se han dado, rompe las cadenas, abre las puertas del cielo y después del paso de la muerte, transforma a los muertos en seres vivientes para siempre. He aquí el gran misterio de la resurrección de Cristo.
Por eso, no existe causa en Cristo que sea causa perdida. Lo que hagan los hombres de buena voluntad en el mundo, aunque no conozca a Cristo, algún día renacerá en el poder de Cristo. Por eso sabemos que al final la vida vencerá sobre la muerte, el bien sobre el mal, porque tenemos un Dios que jamás será derrotado. Si usted siembra en Cristo, en Cristo cosechará, tarde o temprano, porque con Él, en verdad. ¡SOMOS INVENCIBLES!