Al tercer día resucitó. Hoy, junto con toda la Iglesia, repetimos estas palabras con especial emoción.
Las repetimos con la misma fe con que fueron pronunciadas por primera vez. Las pronunciamos con la misma seguridad con que dijeron esta frase los testigos oculares del acontecimiento. Al tercer día resucitó...
¿Cómo no alegrarnos de la victoria de Cristo, que pasó por el mundo haciendo el bien a todos y predicando el Evangelio del Reino.
¿Cómo no alegrarse de la victoria de Aquél que fue azotado, abofeteado, cubierto de salivazos, con tanta crueldad humana? De la victoria de Aquél que tan injustamente fue condenado a los padecimientos más grandes y a la muerte en cruz.
Sí, este es el día de la esperanza universal.
El día en que se congregan y reúnen en torno del Resucitado todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, las violaciones de la dignidad del hombre, el no respeto de la vida humana, la opresión, la coacción, todas las cosas que claman a gritos: «Hasta la víctima Pascual se alce hoy el sacrificio de alabanza».
El Resucitado no se aleja de nosotros; el Resucitado vuelve a nosotros... «Paz a vosotros».
Cuán necesaria es para el mundo su presencia..., el orden resultante de su mandamiento del amor, a fin de que los hombres, las familias, las naciones y los continentes puedan gozar de la paz.