La historia deportiva panameña recoge con prominencia el paso de grandes atletas que le han dado gloria al país, al deporte que practicaron con dedicación y a ellos mismos. Uno de estos grandes sin duda fue Fernando Alberto "Mamavila" Osorio.
"Mamavila" perteneció a una generación de grandes atletas en épocas en la que triunfar no era fácil. En los años 40 y 50, en el béisbol, el gran deporte de este ilustre herrerano, las barreras para los latinos eran duras de derribar. Había que ser muy bueno para jugar en el Norte y en otras ligas.
Fue un lanzador especial, que reunía grandes atributos tanto en el campo de juegos como fuera de éste. Su personalidad, junto a su humildad, lo hizo ser querido por todos, hasta por los bateadores que a lo largo de 4 décadas tuvo que enfrentarse.
Siempre se destacó por su profesionalismo y por entrenar duro, y esa misma mística que lo hizo triunfar aquí y en otros países la transmitió a los chicos de las pequeñas ligas. Daba la impresión de que Osorio disfrutaba más trabajar con los niños que con los grandes. Tenía calidad y paciencia para enseñar los grandes secretos y técnicas del juego de béisbol a los jugadores de las pequeñas ligas, en la que hizo por años trabajos admirables.
Su carrera fue grande. Llegó a jugar en las mejores ligas del béisbol organizado, y aunque no pudo escalar a la gran carpa, a pesar de sobrarle condiciones y aptitudes, sus hazañas en Panamá, en México y en las Menores de Estados Unidos fueron magníficas y los números así lo demuestran. Ganar más de 300 partidos es una muestra de su consistencia en el diamante.
Osorio deja grandes amigos, peloteros que guardarán para siempre sus recuerdos y enseñanzas. También muchos periodistas que lo entrevistaron jamás olvidarán sus francos diálogos.
Fernando Alberto Osorio, un inmortal de béisbol y del deporte, se nos adelanta en el camino de la vida. Pero deja tras su partida un legado maravilloso como atleta, amigo, maestro y como persona. ¡Paz a su alma!