VARIEDADES


Hay que deshacerse de Ursula

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Max Haines

Sólo una cosa se interpondrá entre Manfred Graf y su verdadero amor... su esposa.

El adinerado joyero Manfred Graf tenía un problema. Había conocido a una seductora belleza nórdica, Karin Best, quien podía comportarse en la cama mejor que Cleopatra en una de sus buenas noches. Pero por si ustedes no lo sabían, Manfred tenía una esposa, Ursula, de 27 años, y un hijo de dos años, Marco. Para empeorar aún más las cosas, Ursula tenía un embarazo de ocho meses.

El papá de Ursula, un próspero joyero, se había retirado y dejado su negocio a su hija y a su yerno. Ursula poseía la mitad de la empresa. Un divorcio estaba fuera de cuestión.

Los Graf vivían en una lujosa villa en el pueblo germano de Hoesbach. Su negocio de joyería estaba ubicado en Goldbach, a unos pocos kilómetros.

El 1 de octubre de 1987, Manfred se deslizó detrás de su desprevenida esposa y la golpeó en la cabeza con un leño de abedul. Ursula cayó al suelo, muerta por el único y aplastante golpe. Todo el tiempo, Marco dormía tranquilamente en su habitación.

Manfred entonces saltó en su Mercedes blanco y condujo a lo largo de la Autobahn hasta que llegó a una rotonda en donde había una estación de gasolina y un gran lugar de estacionamiento. Abrió el baúl de su auto, volvió a poner las llaves en la ignición y trepó dentro del baúl. Manfred tiró de la tapa del baúl desde adentro. Esta se cerró automáticamente. Luego, exactamente como lo había planeado, rompió una de las luces traseras, arrancó un pedazo de su chaqueta, le prendió fuego y lo usó en el agujero para atraer la atención.

No pasó mucho antes que el fuego que partía de la luz rota atrajera a un cliente del garaje al Mercedes. Oyó a Manfred pidiendo auxilio e inmediatamente corrió a la gasolinera por ayuda. El baúl no tuvo que ser forzado. Las llaves estaban en la ignición. Manfred había pensado en todo. Le dijo a la Policía que dos hombres habían forzado la entrada a su villa. Mientras uno retenía a Ursula como rehén, el otro lo había obligado a conducir hasta su negocio de joyería para abrir la caja fuerte de la firma. El no podía hacer otra cosa que cumplir con el deseo de los ladrones. El intruso entonces lo había obligado a conducir hasta la rotonda, donde lo encerró en el baúl de su propio auto.

La Policía corrió a la villa de los Graf. Emplearon extremas precauciones, ya que había una grave sospecha de que los asaltantes podían estar todavía adentro recogiendo más botín. La casa estaba rodeada. Después de unas pocas horas de esperar que los asaltantes emergieran, un equipo de la SWAT entró a la villa. Encontraron a Marco durmiendo pacíficamente en su cama. Ursula fue descubierta muerta en el suelo. Cuando le dijeron a Manfred de la muerte de su esposa, perdió la cabeza, lloró incontrolablemente y golpeó las paredes con los puños.

Los detectives de homicidios estudiaron la escena del crimen, con la asistencia de personal médico y de laboratorio, pudieron asegurar que Ursula no había sido violada ni sexualmente abusada en ningún sentido. El asesino o los asesinos no habían dejado ninguna pista. No se habían forzado puertas ni ventanas. Las joyas y otras obras de arte que yacían por toda la casa, valuadas en aproximadamente 400.000 dólares, no habían sido tocadas.

Manfred fue interrogado en un intento por obtener una descripción de los asesinos. Lo mejor que pudo hacer fue describir a ambos hombres como morenos y de una altura y peso promedio. Dijo que hablaban alemán con acento italiano.

Los investigadores estaban en un aprieto. ¿Por qué los asaltantes no robaron cosas valiosas que estaban allí al alcance de la mano? ¿Por qué matar a Ursula y no a Manfred? Después de todo, ambos los habían visto. Los detectives estaban intrigados. Como buenos detectives de cualquier parte, retornaron al pariente más cercano de la persona fallecida... Manfred.

Inicialmente, la Policía no podía encontrar ninguna razón por la que Manfred quisiera sacar a su esposa del camino. Su matrimonio, en la superficie, parecía feliz. Sin embargo, se enteraron que a menudo Manfred se había escapado a jugar golf durante el fin de semana. También se enteraron que era un pésimo golfista. Siguiéndolo en uno de esos fines de semana, descubrieron que tomaban parte en una actividad deportiva mucho más placentera que el golf. Su nombre era Karin Best.

La Policía descubrió que Ursula poseía la mitad del negocio de joyería de la familia. El divorcio estaba fuera de consideración. El crimen era lo más probable. Pero una cosa es sospechar de un marido que está teniendo una aventura, y otra muy distinta es probar un asesinato.

Después de pensarlo mucho, las autoridades decidieron que si no arrestaban a Manfred, éste tendría éxito en salirse con la suya. Se estuvo de acuerdo en demorar el arresto un poco más, para que le demorara al abogado de Manfred presentar un recurso de hábeas corpus. Esto daría a los laboratorios de la Policía un par de días extras para recoger la ropa del sospechoso y realizar pruebas en ella así como en su Mercedes.

En el momento del arresto, Manfred se puso furioso. Despotricó y rabió amenazando con presentar juicios por acoso y falso arresto. Los técnicos de laboratorio encontraron fibras de lana del suéter de Manfred adherida al arma asesina. Cuando el ama de llaves de los Graf fue interrogada, dijo a la Policía que ella había transportado la leña dentro de la casa. En realidad El hogar no había sido prendido todavía ese año y no había ninguna razón por la que Manfred tuviera que tocar la madera, a menos por supuesto que hubiera usado el trozo de leña para golpear a su esposa hasta matarla.

Además, una pequeña cantidad de sangre de Ursula se encontró en la parte interior de una camiseta tejida que Manfred había usado el día después del asesinato. El había hecho lavar la camisa y la mancha era invisible para el ojo desnudo. Los técnicos pudieron detectarla y sacarla a la luz. Manfred había sido lo suficientemente astuto como para destruir la ropa que había usado el día del asesinato, así que era un misterio cómo se las había arreglado para tener esa diminuta mancha de sangre de su esposa en la parte interior de la camiseta.

A pesar de protestar vehementemente, Manfred fue llevado a juicio por el asesinato de su esposa. A causa de sus riquezas y lo frágil de la naturaleza de la evidencia científica en su contra, muchos pensaron que saldría libre. Pero este no fue el caso. Manfred Graf fue encontrado culpable de homicidio sin premeditación y sentenciado a 14 años de prisión.

 

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