ESTIMADO DR. HILLER. Mi padre tuvo su primer ataque de gota hace más de 10 años. Al principio volvieron a darles ataques cada pocos años, pero en los últimos dos años ha tenido al menos cinco ataques. Pese a que el dolor es tan intenso que el simple peso de la sábana de la cama sobre su pie le resulta insoportable, lo único que hace es aguantar los ataques y ya está. ¿Qué puede hacerse contra la gota?
ESTIMADO LECTOR: Soportar sin más los ataques de gota sin ningún tratamiento no supone ningún peligro adicional pero tal vez conduzca a un dolor crónico y/o a problemas renales. A pesar de que el dolor espantoso de un ataque de gota desaparece por sí mismo al cabo de unos pocos días, hay varios medicamentos que pueden disminuir el dolor y acelerar la resolución de un ataque fuerte. Las personas que padecen ataques frecuentes deben tomar medidas para prevenir futuros ataques y evitar complicaciones permanentes.
La gota es una de las enfermedades reumáticas más dolorosas. Se caracteriza por episodios intermitentes de dolor fuerte y de inflamación de las articulaciones (artritis). A veces puede tratarse de una sola articulación inflamada. A pesar de que puede verse afectada alguna articulación, aproximadamente en el 75 por ciento de los casos la articulación afectada es la base del dedo gordo del pie.
Más de dos millones de estadounidenses han tenido al menos una vez un ataque de gota. La enfermedad se da más en los hombres con edades comprendidas entre los 40 y los 50 años. Las mujeres resultan afectadas en menor proporción - y casi nunca antes de la menopausia.
El primer ataque de gota normalmente comienza rápidamente, a veces durante el sueño. Su fase más aguda se caracteriza por la rápida aparición de un terrible dolor de la articulación acompañado de un enrojecimiento local, hinchazón, calentamiento de la zona y rigidez. Sin tratamiento, el ataque normalmente dura de cinco a 10 días. Aunque algunas personas que lo han padecido nunca han vuelto a tener otro, la mayoría suele tener episodios sucesivos. Al principio los ataques son poco frecuentes, y entre uno y otro hay períodos sin síntomas aparentes que pueden durar años. Al cabo del tiempo, sin embargo, los ataques duran más y se suceden con mayor frecuencia. Al cabo del tiempo, sin embargo, los ataques duran más y se suceden con mayor frecuencia. Tras varios años de repetidos ataques, la gota que no ha sido tratada puede provocar hinchazón crónica, rigidez y dolor de leve a moderada en la articulación afectada.
La inflamación tiene lugar como respuesta a los sedimentos en forma de agujas cristalinas que el ácido úrico deposita en la articulación. El ácido úrico es producto de unas sustancias eliminadas por el organismo llamados purinas, las cuales se encuentran en algunos alimentos. Este producto de desecho llega a través de la sangre a los riñones y es excretado por la orina.
Cuando los riñones no eliminan eficazmente el ácido úrico y/o hay un exceso de producción de ácido úrico, con el consiguiente aumento de los niveles del mismo en la sangre, una enfermedad que recibe el nombre de hiperuricemia. Las personas que padecen hiperuricemia no siempre tienen gota, pero están considerados como grupo de riesgo con vistas a padecerla. En casi el 90 por ciento de los enfermos de gota, la hiperuricemia es principalmente el resultado de una excreción de ácido irregular más que de un exceso de producción de ácido. Aunque se pueden realizar análisis y pruebas para determinar la causa principal, en la práctica tales procedimientos no suelen llevarse a cabo.
Los pacientes de gota que tienen altos niveles de ácido úrico en la orina puede que también desarrollen problemas causadas por los depósitos cristalinos de ácido úrico en los riñones, en la vejiga o en los uretres (los conductores de los riñones a la vejiga).
Tras casi una década de ataques de gota recurrentes, los cristales de ácido úrico pueden consolidarse en la articulación y en los tejidos circundantes hasta formar un gran depósito de tiza llamados tophi que pueden causar un daño permanente a la articulación. También hay otras, pocas, clases de artritis que pueden parecer similares a la gota, como por ejemplo la artritis infecciosa y la enfermedad del cristal deshidratado de pirofosfato de calcio (llamada también pseudogota). Unos cuidados adecuados dependen de un diagnóstico certero. El modo más seguro de diagnosticar la gota es extrayendo fluido de la articulación afectada y examinarlo microscópicamente para comprobar la presencia de cristales de ácido úrico. Incluso durante los períodos sin presencia aparente de síntomas, estos cristales suelen encontrarse en el fluido si previamente se han inflamado las articulaciones. Las ventajas de un tratamiento a tiempo de la gota son una disminución de la intensidad del dolor, una reducción en la duración de los ataques más intensos, así como evitar los ataques de gota en el futuro y prevenir los daños en la articulación o en el riñón.
La colchicina ha sido utilizada para tratar la gota aguda durante cientos de años. Es más efectiva si se toma dentro de las 24 horas siguientes a la aparición de los primeros síntomas. La dosis necesaria para tratar la gota aguda, produce importantes efectos secundarios gastrointestinales - especialmente la diarrea- los cuales suelen aparecer antes de que se haya conseguido los principales efectos positivos del medicamento.
En los últimos años, los medicamentos anti-inflamatorios no esteroides (MAINES) indometacina y el naproxen, ha sustituido a la colchicina como los medicamentos preferidos a la hora de tratar la gota aguda. Este tipo de medicamentos consiguen una mejoría más rápida, y sus efectos positivos se hacen notar a las pocas horas, así como el hecho de que sus efectos secundarios son menos importantes que los de la colchicina.
No obstante, la medicación tradicional sigue siendo una opción válida, ya sea por sí misma o por aquellos enfermos que no pueden tomar los Maines o que no puedan combinar los tradicionales con estos últimos, dado que su respuesta a los nuevos fármacos no sea óptima.
Los corticosteroides, tales como prednisone, algunas veces son inyectados dentro de la articulación para aliviar el dolor y la hinchazón de un ataque agudo. Este método se reserva normalmente para aquellos casos en los que los Maines no funcionan o no son tolerados. El descanso y la elevación del miembro afectado, así como la aplicación de paquetes de hielo, también pueden reducir las molestias inherentes a un ataque fuerte. Los cambios de hábitos pueden ayudar a prevenir los ataques de gota. Las personas con gota, o con riesgo de padecerla, deben evitar las comidas ricas en purinas (como el hígado, los panecillos dulces, las sardinas, las anchoas y los aranques) mantener un peso saludable (el exceso de peso puede cansar las articulaciones y el exceso de reacción puede aumentar los niveles de ácido úrico), beber muchos fluidos ayuda a eliminar el ácido úrico del organismo, limitar el consumo de alcohol (el alcohol inhibe la excreción del ácido úrico) y controlar su estado de salud; la tensión alta, el colesterol alto y la diabetes aumentan el riesgo de padecer gota. En caso de que los cambios de hábitos no sean suficientes, hay varios medicamentos que puede tomarse para bajar los niveles del ácido úrico, reduciendo por consiguiente la frecuencia y la gravedad de los ataques fuertes de gota y disminuyendo así el riesgo de complicaciones ulteriores. |