Le voy a hacer estas preguntas. No tiene que responder, solo hágalo a lo interno como si estuviera pensando:
¿Se ha preguntado por qué fue tratado de forma haragana aquella vez cuando acudió al banco en camiseta y sin afeitarse, pero a los meses siguientes fue al mismo banco en traje de etiqueta y le abrieron las puertas sin revisarlo?
Se acuerda la vez que el muchacho del estacionamiento casi le pega cuando detuvo su auto sedán frente a un local comercial, pero un año después -cuando compró su 4 x 4- también lo estacionó allí y el mismo chico le salió y dijo: "chief, bien cuida’o. ¿Se lo lavó?".
Lamentablemente los ejemplos expuestos aquí no escapan de la realidad de la cultura en Panamá y de varias partes del mundo. Los actos discriminatorios se registran por fracciones de segundo en cientos de ocasiones a la vez, sin contar los malos pensamientos de algunos cuando se encuentran con personas que no visten ropa de "marca" o no tienen un auto de lujo.
El ser humano tiende a cambiar su trato por lo que poseen los demás. Lo material parece ser el arma letal para adquirir estatus y acomodo en la sociedad.
Si vas por la calle y alguien te ve hablando por un celular barato, inmediatamente el cerebro de esa persona emite una señal descriptiva que te ubica en el renglón donde están los necesitados o con alguna necesidad. Sinceramente te ven como una carga y adquieres un valor inferior que merece ser tratado de forma diferente. Lo contrario a esto salta a la vista cuanado aprietas un botón para hablar por un celular pomposo. Notarás que más de uno les llamará la atención aquellas lucecitas y los sonidos polifónicos.
Si usted es de esos que amolda su atención por las apariencias, le ruego que cambie de inmediato porque no todo lo que brilla es oro y además todos merecen un buen trato.