Imagínese usted que vive felizmente en un país tal, en su ambiente y con tranquilidad. Que tiene libertad y puede moverse a donde le da la gana. De repente, unos extraterrestres lo secuestran y se lo llevan a un zoológico en un planeta lejano, como "ejemplar" de una especie exótica.
Mientras lo miran seres extraños, como criatura rara en una habitación de cristal, usted se muere se tristeza al perder sus derechos como ser humano y no poseer siquiera la oportunidad de volver a su hogar, a sus orígenes.
Pues claro, a nadie le gustaría ser raptado por alienígenas. Bueno, sabiendo esto, piense en el cruel destino que tendrán los delfines y demás mamíferos acuáticos que serán trasladados a un acuario en San Carlos, para hacer una suerte de zoológico burdo en Panamá Oeste.
En otra de los polémicos negociados en los que están involucrados funcionarios del Gobierno de turno y sus aliados democristianos, la empresa Ocean Embassy pretende crear un campo de concentración de animales aquí en el Istmo, para dizque satisfacer el ego de unos malos empresarios que no tienen respeto por la defensa de la fauna marina nacional.
Da lástima escuchar a altos funcionarios del Gobierno que dicen que ahora hay que velar por los derechos de los delfines. Pues señores, los defines son seres maravillosos, inteligentes y que definen la evolución de las criaturas que habitan el Planeta Azul.
Los proyectos de promoción turística que explotan y abusan de los animales no debe ser ejemplo para que nuestros hijos aprendan la mala costumbre de destruir las otras especies que existen en la Tierra.
Desde hace una década, la comunidad internacional ha tomado conciencia sobre la necesidad de clausurar los acuarios, zoológicos y circos ambulantes que reprimen a los animales. Recuerden que para que los cetáceos como los delfines, las orcas y las marsopas realicen sus suertes acrobáticas en público, sufren torturas y castigos de quienes los capturaron.
Hoy por hoy, hasta los circos han dejado de explotar a los animales. Un caso peculiar en el Circus de Soleil, en Montreal, el cual está solamente integrado por personas disfrazadas de payasos, no animales.
Piensen bien señores del Gobierno de turno que lo adecuado sería abrir más observatorios de delfines y ballenas en lugares como Pedasí, Bocas del Toro, Coiba y Kuna Yala, para atraer a los turistas, no que se edifiquen cárceles para mofarse de los animales que también son criaturas de Dios y poseen el derecho a la vida en libertad.
La sociedad panameña ya comienza a movilizarse frente a este proyecto antiecológico y eso es un factor a tomar en cuenta, que demuestra la madurez de nuestro pueblo en la defensa de la naturaleza.
