MENSAJE
Cinco veces resucitada
- Carlos Rey
Fue un impresionante informe
médico. A la una de la tarde: paro cardíaco. Los médicos
aplican electroshocks. A las dos de la tarde: nuevo síncope. Reviven
a la persona mediante tremendos golpes eléctricos: Quince minutos
después, a las 2:15 de la tarde, el monitor no da ninguna señal.
Los médicos trabajan frenéticamente y vuelven a salvar a la
persona.
A las 7:15 de la noche, tras un respiro de cinco horas: nuevo síncope,
nuevo paro y nuevo milagroso retorno a la vida. A las ocho de la noche,
cuarenta y cinco minutos después:otro paro, otros electroshocks y
otra resucitación. Al día siguiente, a las seis de la mañana,
Geraldine Fletcher, de cincuenta y dos años de edad, toma tranquilamente
su desayuno. Llega a ser la primera persona que muere cinco veces en un
solo día, y es resucitada las cinco veces científicamente.
Para todo hay récords en este mundo. Geraldine Fletcher, mujer
morena, fuerte y animosa, batió el récord de muertes y resucitaciones.
Cinco veces, en el lapso de pocas horas, su corazón dejó de
latir, y las cinco veces, tras frenéticos esfuerzos médicos,
volvió a latir. Pero ¿murió realmente Geraldine? Los
científicos dicen que no, que fue una "cuasimuerte", de
la cual se recuperó a tiempo, pues de una muerte verdadera, nadie
regresa.
Hay dos logros que jamás se han podido alcanzar: uno es detener
el envejecimiento; el otro es deshacerse del día de la muerte. Aunque
se han logrado fantásticos logros científicos en la curación
de enfermedades y en la resucitación de ciertas personas, no hemos
podido deshacernos ni del envejecimiento ni de la muerte.
"No hay quien tenga poder sobre el aliento de vida, como para retenerlo
-dice el Libro Sagrado-, ni hay quién tenga poder sobre el día
de su muerte". (Eclesiastés 8:8).
Por más buena salud que uno tenga, por más benéficos
que sean sus ejercicios físicos, por más acertada y eficaz
que sea su dieta, a la larga todos nos inclinaremos hacia la tumba y caeremos
como roble gastado.
Para ese día inevitable, y para la paz del alma mientras llega
ese día, necesitamos un Salvador que nos dé salvación
y vida eterna, un Salvador que sea nuestro amigo durante el resto de los
años que nos queden por vivir, y que sea nuestro Señor eterno
en el día que abandonemos este cuerpo.
Ese amigo, Jesucristo, desea ser nuestro Salvador. Entreguémosle
hoy mismo nuestra vida. El será nuestro amigo fiel, hoy y para siempre.


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