En un país tan enredado como el nuestro, en el que todos los días nos desayunamos con un nuevo suceso violento, un bus incendiado o un colombiano ajusticiado; el día a día político de los seis partidos que aún subsisten había pasado a ser una nota corta en la página cuatro o alguna mención gris en los tele noticieros hasta que la ex mandataria Mireya Moscoso ha venido a revolver las aguas de su partido, las de la alicaída oposición y las del escenario político en general.
Y digo que en general, porque sus acciones, lo que dice y lo que calla, de seguro incidirá en la conformación de alianzas opositoras de cara al 2009 y por ende, tenderá a definir lo que vaticino, será una nueva victoria electoral para el partido gobernante. La pregunta que muchos se hacen es qué querrá Moscoso: una persona que no puede competir en las próximas elecciones como candidata a la presidencia. ¿Qué pudiese estar buscando en esta disputa por el liderazgo dentro de su partido?
Lo más obvio sería responder que busca protagonismo; "salir del sarcófago" político. También algunos pensarán que podría pretender dejarle el terreno abonado a algún delfín: ¿pero quién? ¿Será que "quiere recorrer nuevamente el país" para volver al Palacio de las Garzas en el 2014? Los paranoicos, que por cierto abundan en el Arnulfismo, dirán que se trata de "una conspiración", ¿pero para beneficiar a quién? ¿Al PRD, acaso? ¿Será esto acaso solo una lucha generacional?
Existe una posibilidad adicional: una rivalidad personal con Juan Carlos Varela. Sería humano de su parte.
A todas luces Varela ha elegido a un mal adversario (a) para entrar en una contienda, de la que no sacará ningún beneficio particular, pero que le resta dirigencia dentro de su partido. En menos de un mes, con almuerzos con sus colegas ex presidentes, reuniones en Boquete y declaraciones a los medios, Moscoso ha demostrado el caudal político que guarda dentro de su partido. ¿No sería más inteligente haber hecho una transición más pausada en el Arnulfismo? Hay que tener presente que la política es el arte de sumar voluntades, no dividirlas y parece que esa lección todavía no la aprenden nuestros partidos opositores.