En ese punto, el pueblo japonés puede dar lecciones al mundo. Siempre los japoneses ha demostrado una gran conciencia sobre la seguridad en caso de desastres naturales. Es muy probable que el terremoto de 8.9 grados y el gran tsunami del viernes pasado haya matado a más de 10 mil personas. Pero resulta sorprendente que no hayan sido los 234 mil de Haití, que fue sacudido por un sismo mucho más leve, y ni siquiera tuvieron que lidiar con un maremoto.
Una vez ocurrió el terremoto del Japón, todas las alertas se dispararon, y prácticamente cada ciudadano que no fue sorprendido en el lugar equivocado, sabía lo que tenía que hacer para ponerse a salvo.
En Panamá -debemos decirlo- hemos tenido suerte. Aún estando en una zona sísmica, no hemos sufrido en décadas un gran terremoto en una zona urbana, y con todo y nuestra posición en el Caribe, nos situamos fuera de la zona de huracanes.
Pero, ¿qué pasará cuando se nos acabe la suerte? ¿Se encenderán todas las alarmas? ¿La población será consciente de lo que está enfrentando? ¿Seremos capaces de minimizar daños y pérdida de vidas? Eso es lo que debe estar en la cabeza de nuestros gobernantes en estos momentos. Lo del viernes solo fue un susto, pero también un llamado de atención.