EDITORIAL
Secuestros
Los casos de niños desaparecidos en Panamá están originando una alarma entre los padres de familia. Los hechos han originado una especie de paranoia, pero al menos han servido para que se ejerza una mayor vigilancia sobre los menores.
Muchas veces por razón de las responsabilidades labores del padre y la madre, los niños permanecían en sus casas sin mayor vigilancia o bajo el cuidado de alguna doméstica contratada en el interior del país.
Ahora la realidad ha puesto a pensar a las familias sobre los peligros que acechan a los niños, que permanecen muchas horas sin la vigilancia adecuada de sus padres. En cierta forma, las denuncias de secuestros y raptos de niños han hecho que se retome la responsabilidad de los adultos de proteger a los niños.
En Panamá, los casos de secuestros que se habían producido casi siempre tenían como blancos a empresarios millonarios, que podían pagar jugosos rescates, ahora se han introducido variantes. La situación debe originar que las autoridades refuercen las penas. En Estados Unidos por ejemplo se establece la cadena perpetua o la pena de muerte a los involucrados en ese tipo de delitos.
En el país, la pena máxima de 20 años que se establece por los delitos más grave, parece que no parece levantar temores en los delincuentes, que a la larga salen al cumplir las dos terceras partes de su condena.
Hay que fijar sanciones severas para tratar de disuadir a los delincuentes. Sabemos que el incremento de pena no detendrá a los criminales, pero hará que piensen dos veces la comisión de actos que atenten contra la vida de una persona.
El enfrentar la delincuencia no es tarea fácil, porque están envueltas situaciones sociales y económicas que enfrenta el país, pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados y viendo como el hampa se toma las calles. ¡La gente honesta debe hacer algo!
PUNTO CRITICO |
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