Miércoles 10 de marzo de 1999

 








 

 


FAMILIA
"El Dolor y La Humanidad"

Joaquín A. Arias E.
Presidente Pro Vida

Para la mayoría de nosotros el dolor es un huésped desagradable. A nadie le gusta que le hagan gaño, evitamos el sufrimiento y la incomodidad siempre que sea posible. No es normal que una persona disfrute del dolor, los individuos que se salen de su camino para pedir a la vida que los golpee, están buscando una clase de placer doloroso como una compensación para remediar alguna insatisfacción que sienten por dentro. El dolor ha llegado a serle necesario.

Son incapaces de sentirse completos a menos que sientan heridas. Y como gran ejemplo vemos al hipocondriaco que se rodea de fracasos y de píldoras y vive en un estado de anticipación crónica de las enfermedades. Estimados lectores, a pesar de los esfuerzos, no podemos escapar a nuestras terminales nerviosas, ni podemos evitar todas las circunstancias que conllevan angustias físicas, mentales y emocionales.

Ocasionalmente, y a pesar de todas nuestras precauciones, sufrimos.

Cuando el dolor inevitable nos acose, no contribuirá a nuestro crecimiento a menos que aprendamos a aprovecharlo. Todos conocemos personas que de una u otra manera se han vuelto mejores porque aprendieron a aceptar el dolor y a utilizar su agonía de una forma positiva y constructiva.

El dolor intenso pone a prueba la entereza profunda personal con resultados a menudo totalmente sorprendentes. Nadie sabe predecir con certeza cuánto puede soportar, hasta que lo soporta. La mayoría de los seres humanos poseemos una fortaleza interna que está más allá de lo que imaginamos y a veces, sin embargo, somos vencidos por alguna tensión que previamente habíamos calificado de insignificante. La mejor fuente de poder para enfrentarnos al dolor y al desastre es la seguridad de que el problema puede ser bien utilizado por nosotros. No se necesita ser excepcionalmente valeroso y fuerte para saber utilizar para bien el sufrimiente. De hecho, puede llegar a necesitarse más fortaleza para solamente soportar el dolor que la que se requiere para recoger los frutos constructivos de su presencia. Quienes han conocido el verdadero dolor también han experimentado profundos miedos e incertidumbres.

Ni la fortaleza ni la valentía nos sacarán adelante a la hora de las difucultades, sino más bien, cualidades como la fe, la esperanza, positivismo y la alegría de vivir. Necesitamos pensar positivamente acerca de los problemas.

El sufrimiento nos ayuda a acercarnos más al prójimo y descubrir cuánto tenemos en común con quienes han conocido situaciones difíciles. No hay vínculo más estrecho entre los hombres que el conocimiento de los dolores y heridas comunes. Un hombre es mejor médico para sus pacientes después de haber experimentado él mismo la enfermedad y el dolor. Un consejero en rehabilitación será más efectivo en el tratamiento de los minusválidos, si ha tenido que superar alguna invalidez.

El dolor que no es usado constructivamente, puede convertirnos en personas amargadas contra la vida. El heber conocido el sufrimiento no es suficiente para hacernos capaces de comprender el dolor en los demás Nuestra reacción al dolor, no el dolor mismo, es lo que determina que nuestras mentes se vuelvan más dulces o amargas. Otras forma de aprovechar el dolor es obteniendo un mejor inventario de nosotros mismos. El sufrimiento nos golpea contra alguna de las realidades más duras de la vida.

Nos fuerza a preguntarnos qué cosas son verdaderamente importantes en la vida. Al revaluar nuestro rumbo y nuestros propósitos, nos acercamos a la honestidad personal con respecto a nosotros mismos y a los demás. Cualquiera que se haya sentido cerca de la muerte, recordará la clara introspección que la experiencia le trajo, algunas cosas que parecían importantes, resultan triviales y secundarias. El sufrimiento puede enseñarnos a canalizar nuestra fuerza por rumbos verdaderamente importantes. La buena suerte no es tanto un producto de las circunstancias como el resultado de nuestra forma de confrontar los hechos de la vida. La mayoría de las cosas que llamamos desastres, pueden ser convertidas en algo sumamente útil. Por lo menos podemos extraer de las circustancias desastrosas algo positivo que agregue crecimiento y significado a nuestras vidas.

 

 

 



 

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