Cuentan que hubo una vez un clérigo llamado Jorge Tomás, pastor de una iglesia en un pueblito del noreste de los Estados Unidos. El Domingo de Resurrección llevó consigo a la iglesia una oxidada y maltratada jaula de pájaros y la puso al lado del púlpito. Ante el asombro de la congregación, el pastor Tomás dijo:
«Ayer, mientras recorría el pueblo, un muchacho se me acercó con esta jaula en la mano. En la parte de abajo de la jaula había tres pajaritos, temblando de frío y asustaditos. Le pregunté al muchacho:
-¿Qué llevas ahí?
-Sólo unos pájaros -me respondió.
-¿Qué vas a hacer con ellos?
-Voy a llevármelos a la casa para jugar con ellos. Voy a fastidiarlos y a quitarles las plumas para que peleen. ¡Va a ser muy divertido!
-Pero tarde o temprano te vas a cansar de fastidiarlos. ¿Qué harás entonces?
-¡Pues llevárselos a mis gatos! A ellos les encantan los pajaritos.
-¿En cuánto me los vendes, hijo?
-¿Le parece bien diez dólares?
Saqué un billete de diez dólares del bolsillo y se lo di.
«Pero lo que ustedes se estarán preguntando es por qué traje la jaula y la puse aquí al lado del púlpito. Es que un día Jesucristo encontró a Satanás regodeándose y jactándose:
-Sí, señor, acabo de atrapar a un mundo de personas. Les tendí una trampa con una carnada que sabía que no iban a poder resistir, ¡y las atrapé a todas!
-¿Qué va a hacer con ellas? -le preguntó el Señor.
¡Va a ser muy divertido! -respondió-. Voy a enseñarles a casarse y a divorciarse, a odiarse y a maltratarse unas a otras, y a beber hasta emborracharse, drogarse y maldecir a Dios. Voy a enseñarles a inventar armas de fuego y bombas para que se maten. ¡Va a ser realmente divertido!
-¿En cuánto me las vende?
Satanás miró con desprecio a Jesucristo y le dijo:
-Todas sus lágrimas y toda su sangre.
Y sin titubear Cristo le dijo:
-¡Trato hecho!
Y pagó el precio.
Al decir eso, el pastor levantó la jaula, abrió la puerta y dejó a todos pensando en el precio de la libertad espiritual.