MENSAJE
Un trágico error

Redacción
Crítica en Línea
Es una manera ilegal de pescar, pero muy practicada en las islas Filipinas. Consiste en hacer explotar cartuchos de dinamita debajo del agua. La detonación mata o atonta los peces que por docenas salen a la superficie. Fue eso precisamente lo que hicieron Ramón Alvarez y sus dos compañeros de pesca. Pero esta vez no salieron peces sino cabezas de buceadores. Fue una escena horrible. Dieciséis turistas -nueve hombres, seis mujeres y una niña de doce años- que buceaban por deporte, murieron a causa de la explosión. «Fue un trágico error -dijo el teniente guardacostas, José Ramos-. Nunca se arrojan buceadores al agua sin dejar a alguna guardia arriba.» ¡Cuántas veces un pequeño error desata toda una tragedia! Así fue con esos turistas. Bajaron a bucear en aguas filipinas, donde abundan corales, esponjas y peces de colores. Pero no dejaron ninguna guardia arriba. Y pescadores locales, sin saber que abajo había personas como ellos, explotaron la dinamita. Y en vez de peces, mataron a seres humanos. Ya lo había advertido Aristóteles el filósofo griego: «Un pequeño error al principio, se convierte en uno grande al final.» De esto hay muchos ejemplos. Un pequeño error en la confección de una receta médica convierte una medicina en veneno. Un pequeño error de cómputo en la resistencia de unas vigas hace que el puente se derrumbe. Un pequeño error de cálculo en el corte del bisturí hace que el cirujano corte no un músculo sino una arteria. Errores inadvertidos pueden convertirse en grandes calamidades. ¿Qué nos puede hacer medir con más cuidado las consecuencias de nuestros hechos? Pregunto porque en eso consiste el fracaso. El no medir consecuencias acarrea pesares. ¿Qué es un milagro? Es esperar que Dios haga para nosotros hoy lo que nosotros mismos debiéramos haber previsto ayer. Donde más se nota este descuido es en la esfera de lo espiritual. Dejamos hasta lo último todo lo relativo a nuestra relación con Dios. Que somos muy jóvenes, decimos. Que tenemos mucho todavía que gozar. Que las tentaciones de la vida son muchas. Que podemos acercarnos a Dios al final de nuestra vida. Todo eso es no medir consecuencias. No esperemos entrar al último dolor de la vida para entonces buscar a Dios. Ahora es el momento aceptable. No hacer provisión para la vida eterna es perder para siempre nuestra salvación. No permitamos que eso nos ocurra. Acudamos a Cristo hoy.
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