Domingo 21 de febrero de 1998

 








 

 

 


¡Mi hija vive!

Melquiades Vásquez
Crítica en Línea

A la niña Delmira Ortega, sus familiares ya le habían adelantado los trámites del sepelio. Ella contaba con tan sólo cinco días de vida. Su tía, Laura, había hablado en la funeraria para que confeccionaran un ataúd de casi un metro de largo, pues prácticamente ya no había nada que se podía hacer, sin embargo, su padre Crecencio, quien escuchó hablar del Cristo Jesús Nazareno de Atalaya, decidió pagar una manda y, pocos días después, lentamente se fue borrando del semblante de la niña las marcas de la muerte.

El Sr. Crecencio Ortega dio gracias a Dios y al milagroso santo por rescatar a su pequeña de los brazos de la muerte. Hoy, para él, sus once años de caminata continua hacia la región de Atalaya en la provincia de Veraguas, es un símbolo de profunda devoción y fe, pues representó para la familia Ortega la salvación de la muerte.

La bebé de dos años y medio, antes de ser salvada, estuvo postrada en una camilla. No hablaba, no comía. Sus ojos hundidos y su cuerpecito casi esquelético prácticamente la sentenciaban a la muerte. Su única salvación, dice su padre, fue contar con uno de los mejores abogados que tiene Dios y ese fue el Cristo Jesús de Nazareno de Atalaya.

 

 

 

 

 

 

 



 

Apuntes

Redacción
Crítica en Línea

La historia cuenta que para el año de 1730 ya existían peregrinaciones hacia este sitio procedentes de otros lugares como Montijo, San Francisco, Ocú, etc., tradición que fue incrementándose con el transcurrir del tiempo.

Por otra parte, una versión de la leyenda establece que la imagen llegó de manera inexplicable a la cabecera del Río de Jesús, a poca distancia del parque del pueblo.

También existe el caso de aquellos que afirman que la misma fue traída por los misioneros españoles, y que Atalaya era un reducto indígena que se resistía a la conquista española haciéndole la guerra, por lo cual los españoles invocaron al santo y ofrecieron una imagen en este pueblo si ganaban la batalla, lo que en efecto sucedió y se trajo dicho Cristo.

La parte histórica más tangible destaca al padre Juan José Cánovas, como el principal impulsor de estas romerías que cada año se ven incrementadas por la fe de un pueblo que acude a Jesús como su único salvador y redentor, ante las pruebas que se presentan en el diario vivir.

El padre Cánovas fue cura párroco de la iglesia del poblado durante 52 años que comprendieron desde 1912 a 1964, en los cuales las peregrinaciones se incrementaron notablemente, a tal grado que en 1964 el Papa Juan Pablo VI declara esta iglesia como Basílica, título que reciben ciertas iglesias por su importancia, la afluencia de fieles, devoción a algún santo o situaciones especiales que ameritan que la misma sea distinguida de alguna manera.

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | VARIEDADES | CRONICA ROJA | EDICION DE HOY | EDICIONES ANTERIORES


 

 Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.