El saldo de una treintena de muertes por causas violentas durante los carnavales, pone de manifiesto que existe un problema en la sociedad panameña.
La mayoría de los decesos fueron a causa de homicidios y accidentes de tránsito, dos renglones que cobran dimensión en la galopante ola violenta del país.
Aunque hubo una esforzada vigilancia por parte de la Fuerza Pública, el SINAPROC, la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre y la Cruz Roja, el saldo fatal es considerable y obliga a una reflexión sobre los fenómenos que los causan.
Las estadísticas reflejan que los grupos que protagonizan la criminalidad en la sociedad panameña no establecen diferencias entre días festivos o de jornadas normales, ni que los conductores irresponsables tomen días de asueto.
Ante la situación es necesario que los organismos responsables de ejecutar programas de prevención actúen, tanto para disminuir los niveles de criminalidad como para evitar la muerte en las carreteras del país.
El flagelo de la violencia se remonta a la educación en el hogar y en las aulas de clases, pero también se alimenta de la vigilancia responsable por parte de las autoridades correspondientes, no sólo en los días de fiesta, sino durante todo el calendario del año. Las campañas dirigidas a promover el respeto a la vida no se deben limitar en espacio y tiempo.
Basta considerar que en sólo cuatro días de fiesta, más de 15 armas de fuego fueron detonadas para arrancar la vida a un prójimo, que armas blancas acabaron con la existencia de otros, y que la irresponsabilidad ante el volante causó más de 9 funerales. ¿Qué se espera del resto del año si no se toman medidas urgentes?
La galopante ola de violencia quedó en evidencia pese a los esfuerzos de las entidades de seguridad por mantenerla bajo control.