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Primero odiadas, después amadas

Hermano Pablo | Reverendo

Primero fue una gran desgracia, una desgracia como es la de perder ambas piernas. Esa desgracia le ocurrió a Colleen O'Day, señorita de dieciséis años de edad. Un automovilista borracho la atropelló y le destrozó las dos piernas. La joven debió usar miembros ortopédicos y aprender durante dos años a caminar con ellos. Era algo que ella repudiaba, pero no había otro remedio.

Sucedió algo, sin embargo, que la hizo cambiar de parecer. Remando en canoa en un lago, precisamente cuando hacía ejercicios para sus piernas, cayó al agua. Se hubiera ahogado de no ser por un detalle: las piernas ortopédicas eran huecas, y flotaban.

"Gracias a Dios por ellas -dijo la joven al ser rescatada-. Ahora, en vez de odiarlas, las amo."

Este suceso nos lleva a la reflexión sobre varios pensamientos. Primero, el viejo refrán popular que dice: "No hay mal que por bien no venga." En él la sabiduría del pueblo reconoce que muchas veces de un mal proviene un bien.

Segundo, recordar uno de los textos bíblicos más profundos de la Biblia, en las palabras del apóstol Pablo: "Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman" (Romanos 8: 28). No hay nada que no esté en el conocimiento de Dios, y Él sabía que esas piernas ortopédicas la librarían de la muerte segura.

Tercero, que muchas veces ocurre en la vida que una cosa humilde y despreciada sirve para producir algún beneficio grande. En el sentido universal e inmenso, la cruz que los romanos levantaron en el monte Calvario fue una cruz de oprobio, de vergüenza, de maldición, pero sirvió entonces y sirve aún para efectuar la salvación y la vida eterna de millones de personas.

El objeto más vil y despreciable para los tres grandes pueblos de la época, judíos, griegos y romanos, era una cruz donde se ejecutaban criminales, y sin embargo llegó a ser la gloria más grande para la humanidad. La cruz del Calvario fue el madero que Dios usó para efectuar, por medio de Cristo su Hijo, la redención del mundo.

Mediante esa cruz, odiada y despreciada, toda la humanidad puede encontrar la salvación de la condenación que vino por el pecado, y puede llegar a la gloria eterna en los cielos con Cristo. Lo más vil, lo más odiado, lo más indeseado, lo más despreciado, ha producido, y sigue produciendo, el gran milagro de salvación para miles y miles de habitantes de esta tierra. El misterio de la cruz es la salvación para el mundo entero. Pues fue por todos nosotros que murió Cristo en esa cruz.



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