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Jueves 10 de febrero de 2000


MENSAJE
Tarde o temprano, se descubrirá

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Hermano Pablo

João Lehman, brasileño residente en Estados Unidos, estaba contento. No bien había llegado al país desde el Brasil, y había conseguido un empleo de médico asesor de compañías aseguradoras. Acababa de cobrar un cheque que representaba una cuota de su nuevo salario de ochenta mil dólares al año.

Cuando se dirigía hacia su automóvil, por cierto un Mercedes Benz último modelo, lo llamaron de las oficinas. «Doctor Lehman, venga un momento, por favor.» El hombre acudió presuroso. Sería otro caso que habría de resultar en otro buen cheque. Pero en las oficinas lo esperaban dos investigadores. Le pusieron un par de esposas y le dijeron: «Queda usted detenido por ejercer sin derecho la medicina.»

João Lehman no era médico sino un impostor. Lo condenaron a un año de cárcel, y luego lo deportaron al Brasil.

«Es posible engañar a mucha gente durante poco tiempo -manifestó Abraham Lincoln-. Y es posible engañar a poca gente durante mucho tiempo. Pero es imposible engañar a toda la gente durante todo el tiempo.»

João Lehman llegó a Estados Unidos y prosperó rápidamente. Era buen mozo, elegante, simpático, hablaba bien el inglés y poseía una personalidad atrayente. Se presentó como médico, y varias compañías aseguradoras lo contrataron como examinador de pólizas.

Sin embargo, empezó a despertar sospechas. Sus conocimientos médicos no parecían ser extensos. Cometió errores garrafales. Fue discretamente vigilado, y se solicitó su expediente del Brasil. Entonces se supo la verdad. João Lehman era un impostor, un sujeto hábil en el engaño y nada más. Perdió todo lo que había ganado, y lo condenaron a un año de cárcel.

Jesús dijo un día: «No hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse (Lucas 12:2). Por más que el engañador se oculte de mil maneras, por más hábiles disfraces que use, por más astuto que sea en sus trampas y engañifas, tarde o temprano se descubre la verdad.

Si los hombres no descubren la mentira en la vida de un individuo, Dios, que aborrece la mentira, hace que se la descubra. Así pasa con el adulterio, así pasa con cualquier superchería, así pasa con cualquier delito oculto.

No obstante, Dios, que aborrece la mentira, ama intensamente la verdad. Y cuando sinceramente confesamos la verdad de nuestro pecado, Dios nos perdona ampliamente en Cristo, y por Cristo.

 

 

 

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