El desafortunado rol de Panamá como lugar de paso obligado en la ruta de la droga hacia Estados Unidos, y como punto de encuentro entre líderes de carteles, ha quedado evidenciado una vez más tras una serie de decomisos y capturas a nivel local e internacional.
Prueba Número 1: el caso del mexicano Edgar Gutiérrez López, quien fue detenido en El Crisol dentro de una residencia en la que se hallaron 2.5 millones de dólares en efectivo, además de 200 kilos de droga.
Prueba Número 2: En México, la policía federal dio con un grupo de narcos entre los que destacaba Gerónimo Gámez García, supuesto enlace del cartel del Norte del Valle con los vendedores colombianos. Para realizar sus negocios, Gámez García entraba y salía de Panamá como Pedro por su casa, bajo las narices de los servicios de migración y aduanas.
Prueba Número 3: En las costas del sur de Veraguas, autoridades ubicaron un masivo cargamento de más de una tonelada de droga. Hay más ejemplos recientes en este sentido.
Se trata de una verdadera avalancha de casos que en definitiva representan solo la punta del Iceberg en torno al papel de Panamá en la ruta de la droga. La proporción de sustancias ilícitas que pasa sin ser detectada por el país ni siquiera puede ser calculada con exactitud.
De hecho, las mismas autoridades han revelado la posibilidad de que sean los propios narcos quienes estén soplando datos a las autoridades para despistarlos sobre movimientos mayores en otras áreas, o para sacar de circulación a competidores.
Las autoridades deben estar vigilantes, al igual que la ciudadanía, ya que las denuncias civiles han demostrado ser importantes en la lucha contra los narcos.