EDITORIAL
Vuelve el dilema de la "zona rosa"
El representante de corregimiento de Santa Ana, Jair Martínez, sacó del armario un problema eterno: Los homosexuales que pululan en la Avenida de Los Mártires, y que tanto pesar causan a propios y extraños. ¿Dónde ubicarlos para que no fastidien a las nobles familias que sufren por sus desórdenes? Esta es la pregunta que le roba el sueño a las autoridades. Lo interesante es que nadie piensa en extirpar del útero social esta mácula; más bien los análisis se limitan a encontrar una "solución", es decir, permitirles que realicen sus actividades sexuales en un sitio ideal, donde no perturben ni sean perturbados. Resulta alarmante saber que ahora se han multiplicado los sitios donde "trabajan" estos señores del tercer sexo, y se incluye una nueva ruta de calvario con las calles de barriadas en suburbios que antes no padecían por esta práctica. Esta situación provoca mayor ansiedad, por lo que se hace urgente encontrar una pronta salida al problema, antes que la ciudad entera se vuelva una tonta réplica de Sodoma y Gomorra. Pocos (nadie, más bien) escucha los planteamientos de las diversas denominaciones religiosas que insisten en censurar la prostitución en todas sus formas, incluyendo la de los homosexuales que venden su cuerpo en las calles y avenidas de la capital. Parece que nuestras autoridades ven como normal que los homosexuales estén en las calles vendiendo placer. Para ellos, los gobernantes, no resulta motivo de escándalo. Eso lo hacen las grandes ciudades y si es así, ¿por qué no Panamá? Sin embargo, en las grandes urbes también se valoran los museos, las bibliotecas, el orden ciudadano y el civismo ¿Por qué no copiamos esas cosas también? Sabrá Dios si algún día veremos eliminada la prostitución, con su triste contexto. Lo que sí es cierto es que si no hubiera clientes buscando ese tipo de sexo, no sería necesario crear una "zona rosa".
PUNTO CRITICO |
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