EDITORIAL
Endara en el banquillo de los acusados
Guillermo Endara, quien durante los estertores de la dictadura de Manuel Antonio Noriega y su brazo civil, el PRD, fue levantado como candidato a la presidencia para "salvar" al país de la debacle total, se encuentra solo, marcado y condenado, por sus propios aliados de ayer, al rincón oscuro de los mal queridos. Lo que está ocurriendo en los tribunales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en Costa Rica, donde juzgan al gobierno panameño endarista por las destituciones masivas de obreros en 1990, es prueba de que en la política no hay amigos y, mucho menos, honor. Cuando se levantó en armas el otrora director de la Policía, Eduardo Herrera, y presuntamente un grupo de trabajadores y sindicalistas decretaron un paro general para apoyar la intentona golpista, las diferentes facciones que conformaban el gobierno estaban unidas en un solo cuerpo que tomaba decisiones y determinaba los caminos a recorrer. Esa alianza fracasó, como bien recuerda el país, por los egoísmos e impericia de los políticos que durante toda una generación fueron oposición y nunca se adiestraron para ser gobierno. Esa gente, todavía hoy, aparenta incapacidad para salir adelante en el manejo del Estado. Pues bien, todos ellos, quienes en el 90 regentaban los destinos de un Panamá devastado, y se aprovecharon para beneficio propio como buenos políticos tercermundistas, hoy señalan como único responsable de lo actuado ese año en contra de los obreros destituidos a Guillermo Endara, y se lavan las manos. Alguno de ellos, incluso, dice que actuó siguiendo órdenes, obedeciendo ciegamente. Pero la culpa la tiene el propio ex mandatario arnulfista quien, si bien levantó de las cenizas un país anulado por la represión militar, el cerco económico y posteriormente una invasión injusta, también desaprovechó la oportunidad de construir una nación nueva, y se dedicó a repetir los errores de los políticos de mitad del siglo XX y dejó que se le escurriera la oportunidad de abrir caminos nuevos. Abrió frentes en contra en todas partes, y hoy se le recuerda más por sus errores que por sus aciertos. Será la historia la que se encargue de dar a este presidente lo que se merece. Mientras tanto, hoy, solo está cosechando la violencia de tanto adversario que sembró durante su mandato.
PUNTO CRITICO |
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