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FAMILIA
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Típica violencia familiar

Hermano Pablo | Reverendo

Fue una llamada urgente a la policía a medianoche. "Vengan a mi casa -insistía una voz de mujer-, o voy a matar a golpes a mi marido." La policía fue a investigar.

Cada noche hay lo que las autoridades denominan "llamadas familiares". La policía las clasifica como "típica violencia familiar."

Llegaron a la casa. Ester Olmedo, de cuarenta y cinco años de edad, había hecho la llamada. Los dos policías le aconsejaron que esa noche durmiera con los vecinos de al lado. Pero a las tres de la mañana fueron los vecinos quienes llamaron: "¡Vengan pronto! ¡La mujer ha matado a golpes a su marido!" La "típica violencia familiar" había cobrado otra víctima.

La policía de todas las ciudades grandes tiene que investigar, día tras día, cientos de casos de violencia familiar. A veces es el marido quien golpea brutalmente a su esposa. A veces las pobres víctimas son los hijos. A veces, como en este caso, hay hechos de sangre.

¿Qué tiene de típica la tal llamada "típica violencia familiar"? La respuesta es triste pero cierta. Es "típica" porque es igual en una infinidad de casos. Son tan abundantes las situaciones de violencia familiar, y se dan, tantas veces, entre los mismos tipos de personas, que ha llegado a caracterizarse como algo común y corriente, es decir, típico.

¿Es acaso necesario que siempre haya violencia en un hogar caracterizado por estas o aquellas condiciones de vida? ¿Es esto algo fatal, forzoso, como lo es un contagio de cólera si uno anda por lugares de malas aguas?

No, de ninguna manera. Nadie tiene que ser víctima implacable de las prácticas comunes de su círculo. En todo grupo y en toda familia siempre hay algunos que se destacan en forma brillante. Nadie tiene que doblegarse a ciertas prácticas sólo porque es lo típico entre los suyos.

Entonces ¿qué podemos hacer? Donde hay temor de Dios, hay paz. Dios puede reemplazar el resentimiento con la armonía. Él puede cambiar el odio por el amor. ¿Por qué aguantar amarguras cuando podemos tener tranquilidad?

Jesucristo puede hacer ese milagro. Entreguémosle nuestra vida. Él quiere entrar en nuestro corazón. Sus palabras son: "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso" (Mateo 11: 28).



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