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A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
9 de enero de 1964 (II)

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Santos Herrera

Vi con angustia caer muchos panameños. Bañaban con su sangre heroica la tierra de la Patria agredida. Tirados en el suelo y protegidos por automóviles, gente sencilla del pueblo, resistía la balacera gringa. Fue un ocaso de sangre, y cuando el manto de la noche cubrió el área, continuaban los rifles y las ametralladoras escupiendo latigazos de luz, matando e hiriendo a los hijos del pueblo que con el puño levantado y el pecho abierto, se enfrentaban a la agresión.

A eso de las diez de la noche, los estudiantes de los colegios secundarios y universitarios, nos reunimos en el patio del glorioso Instituto Nacional. Los dirigentes estudiantiles de esa época, con un verbo henchido de patriotismo y coraje, arengaban a los jóvenes presentes, quienes exigían castigo para los asesinos, rompimiento de relaciones con los Estados Unidos y el establecimiento inmediato de relaciones diplomáticas y comerciales con todos los pueblos del mundo. Ante la impotencia de enfrentarse al enemigo, que continuaba disparando contra el pueblo, grupos de estudiantes preparamos bombas molotov, que con el transcurrir de las horas fueron explotando en edificios de firmas norteamericanas. Enormes llamaradas, provocadas por continuos incendios, iluminaron esa triste noche del 9 de enero, en la que el pueblo -ofendido- le gritó al mundo que cobarde y vilmente, había sido masacrado por la potencia que decía liderizar la "democracia" en el planeta.

Durante los días 9, 10 y 11 de enero, la gente de la capital de la República, se hizo dueña de todas las calles. Lo que comenzó como una solicitud de los estudiantes del Nido de Aguilas, que exigían el cumplimiento del acuerdo que los gobiernos de Panamá y los Estados Unidos habían pactado, y que consistía en que nuestra enseña tricolor fuera izada en todos los edificios públicos donde ondeara la bandera norteamericana, se convirtió durante esos tres días en un solo haz de voluntades, que patrióticamente unió a la mayoría de los panameños. Una revitalizada conciencia nacional exigió a los gobernantes de turno una posición vertical frente al coloso agresor, exigiendo justicia para los caídos y las víctimas del genocidio.

Una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), totalmente desprestigiada por su política de sumisión a los mandatos estadounidenses, llegó a nuestro Istmo y después de montar un barato mamotreto jurídico, aceptó la versión del general O´meara, quien comandó la masacre, manifestando que el ejército norteamericano había usado "balas para cazar patos". Más pudieron los intereses comerciales, las ambiciones políticas de los grupos, que por el poder están dispuestos a entregar la Patria al propio demonio, y estos antipanameños fueron relegando la importancia que para la liberación nacional tiene el 9 de enero de 1964, recordándolo con simples actos y a veces hasta con el embajador del país, que sin ninguna justificación, ni razón, asesinó a más de una veintena de hijos humildes del pueblo panameño.

 

 

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