No sabía lo que sembró y cultivaba

Hermano Pablo
California
Las plantas, vigorosas y verdes, habían alcanzado ya una altura de dos metros. Ethel Laura Chávez, anciana de ochenta y dos años, residente en Texas, estaba contenta. Las semillas se las había enviado una sobrina desde México, diciéndole que eran plantas buenas como remedio para la artritis. Cuando la anciana estaba más contenta de su siembra, le cayó la policía de narcóticos. Esas plantas eran de marihuana. Así que la arrestaron por uso ilegal de la droga. Su abogado luchó mucho para librarla de la cárcel, y el jurado fue benevolente. «No sabía lo que sembró y cultivaba -dijeron-; por lo tanto, no es del todo culpable.» He aquí una frase que no tiene desperdicio: «No sabía lo que sembró y cultivaba.» Para doña Ethel Laura Chávez, bisabuela ya, esa fue la salvación. El jurado comprendió. Ella creía estar sembrando un remedio para sus males, y estaba sembrando una droga ilegal. ¡Cuántas veces nos pasa lo mismo a nosotros, personas maduras y responsables! No sabemos lo que estamos sembrando. Y menos sospechamos lo que podemos cosechar. Una aventura amorosa, por ejemplo, que se tiene a espaldas de la esposa, o del esposo, es una siembra malsana que un día producirá frutos de muerte. Un negocio ilícito, al margen de la ley, que parece bueno y fructífero, pero que viola principios morales de la vida además de leyes de impuestos, puede resultar en un juicio por defraudación, más varios años de cárcel. Un mal hábito en el beber o el comer. Una mesa opípara que acostumbramos a servirnos. Comidas ricas, sabrosas, gustosas, con abundancia de alcohol y al final café fuerte. Es una dieta que puede resultar en cáncer de las vías digestivas: ¡en el colon, en el estómago o en el hígado! El fumar varios cigarrillos por día, porque la propaganda dice que fumar es un placer refinado, es una siembra de carcinógenos que hacemos en nuestra boca, garganta, bronquios y pulmones. En todos estos casos «estamos sembrando sin saber lo que cultivamos». La Biblia dice: «Cada uno cosecha lo que siembra» (Gálatas 6:7). Para recoger lo mejor, debemos hacer buenas siembras en nuestra vida moral y espiritual. Si acudimos a Cristo, el gran Sembrador, Él nos ayudará a sembrar bien.
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