OPINION

HOJAS SUELTAS
Manifiesto tardío

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Por Eduardo Soto P.
Periodista

Creo en Dios, pero me cuesta aceptar que el trato que pueda lograr con Él tenga algo que ver con las religiones. Estas no son más que charadas, superestructuras que hemos levantado por puro miedo, más que a la muerte, a la vida. Dios, en cambio, es el fundamento de las únicas muletas sobre las que vale la pena apoyarse para marchar sobre este pedregoso camino de la vida: la lógica y las matemáticas (o la música, que es lo mismo que las matemáticas, pero con un vestido de lentejuelas).

No sé qué hay más allá de la tumba. Ni quiero saberlo, por ahora. Pero estoy seguro que no es únicamente ceniza. La naturaleza se gastó demasiado tiempo y energía en mí, como para dejar que me pudra y punto. La muerte no es el fin, lo sé.

La mujer y el hombre son iguales, pero ella es un igual mejor: perfume, sinuosidades, jugo, pasión y fuego. Y da gusto verlas caminar. El hombre, en contraste, es de una simpleza brutal y aburrida. La mayoría no conoce la magia de los detalles; eh ahí el as bajo la manga de los mujeriegos... y de los orientales, quienes fundaron toda su filosofía en las cosas pequeñas de la vida.

El amor es ciego, y ciega. Maldito aquel o aquella que nunca amó. Y menos mal, porque duele amar. Se llora, y mucho. Aun así el llanto es bueno, porque te saca del cuerpo la sal amarga del desconsuelo. Pocos seres vivos poseen el don del llanto, y es estupendo ser uno de ellos. Aquel que se quiere enamorar, y no está dispuesto a derramar su lagrimita de vez en cuando, que se busque otro pasatiempo. Coleccionar abanicos de mano, por ejemplo.

De los romances, el mejor es el del quinto grado de primaria. Es como el diente de leche con el que se aprende a mordisquear el pan duro del amor. Después vienen los colmillos reales, esos que, si no se cuidan como es debido, también se pueden caer. No olvidemos que se han de venir abajo si nos descuidamos y nos damos un porrazo de frente con la vida.

El amor no es eterno. La lealtad fraterna, sí.

Es mejor ser amigos, verdaderos amigos, que apenas marido y mujer. Cuando se piensa en el matrimonio, que es la única gran empresa por la que vale la pena perder el sueño, más que una pareja de baile o de tragos, mejor es buscarse un buen compañero de batallas, un socio leal, alguien que no le tema ni al trabajo ni a los malos olores.

La pobreza es un cáncer. Se le lleva en el alma y en el intelecto, no en los bolsillos. Se cura con educación, y cuando un gobierno no le pone cuidado a eso, y se entretiene levantando paredes, o jugando a la política, no merece volver al cargo.

También se cura con educación y cultura la corrupción, pero la terapia puede tomar muchos años, tal vez una o dos generaciones. Y si entonces todavía sigue el mal, hay que sacarlo con fuego.

 

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