La Corte Suprema de Justicia inicia hoy un año de gestión con dos nuevos magistrados y una nueva presidenta.
Cuando comienza un nuevo período, casi todos hacen una lista de propósitos y metas. Ojalá que Graciela Dixon, la entrante presidenta del Organo Judicial y los magistrados Harry Mitchell y Víctor Benavides, tengan el firme propósito de hacer los esfuerzos necesarios, para que la Corte recupere su prestigio.
Magistrados sin visa para viajar a Estados Unidos, cuestionados procesos para la selección de algunos de los integrantes de la máxima corporación judicial e integrantes de ese propio cuerpo insinuando cosas no muy benditas para la expedición de fallos, han ido minando la credibilidad de ese Organo del Estado.
La única forma de levantar la deteriorada imagen de la justicia es que se actúe de manera transparente, que los fallos sean apegados al Derecho y no inclinados conforme a la posición económica, política o social de los involucrados.
El problema no sólo radica en la propia Corte, sino en todo el sistema, pero hay que empezar por la cabeza, para que el resto del cuerpo entienda que no debe haber cabida a la corrupción y el que se atreva será sancionado severamente.
La impunidad en varios de los casos escandalosos han contribuido a minar al Organo Judicial y de esa forma se envía el mal mensaje de que el crimen paga. La justicia debe ser imparcial. No es posible que las cárceles estén llenos de gente de la canalla, pero los delincuentes de cuello blanco se pasean campantes por las calles de Panamá.
La justicia es uno de los pilares de la democracia y si está falla, ni un país puede avanzar, porque se propicia la corrupción.
Ojalá que los que hoy inician funciones no defrauden las esperanzas de tantos panameños.