El día martes se dieron el �sí�. Intercambiaron votos y promesas nupciales, intercambiaron anillos y se unieron para siempre en matrimonio: un matrimonio que ellos sabían duraría hasta que la muerte los separara.
Un día después, el miércoles, Victoria Ingram, de 38 años, donó uno de sus riñones a su nuevo esposo Randall Curlee, un diabético de 46. No sólo sabían compartir corazones, sino también órganos internos.
Fue muy interesante el comentario del cirujano. �Victoria -dijo él- es la persona más desinteresada que conozco. �Es increíble!�.
He aquí un matrimonio que da el ejemplo. Comparten absolutamente todo en la vida: su corazón, su voluntad, su alma, su destino, su casa, sus haberes, su cuenta bancaria y todos los gastos conjuntos del matrimonio. Encima de todo eso, ahora habían de compartir un riñón. �Unión perfecta!
Ese matrimonio se había formalizado para durar toda la vida. No se habían casado por uno o dos años nada más, sino tal como Dios lo estableció: para siempre.
Hay quienes alegan que una solución es el divorcio. Pero si acaso es una solución, es también una mutilación. Es más, cuando un brazo o una pierna se gangrenan y hay que recurrir a la amputación, siempre es, como quiera, una mutilación.
Ningún matrimonio debe llegar al naufragio. Y un divorcio es un naufragio en que todos pierden: pierde el matrimonio, pierden los hijos, pierde el hogar, pierde la familia, pierde la sociedad. Nadie gana en un divorcio.
�Se puede evitar un divorcio inminente? Claro que sí. Se evita cultivando aquellos valores que enriquecen el matrimonio: el amor, la simpatía, el compañerismo, la honra y la ayuda mutuas, la comprensión, la comunicación y el perdón siempre listo a pedirse y a darse.
Por encima de todo, si el matrimonio ha de ser feliz y duradero, es imprescindible que los cónyuges tengan los mismos valores espirituales. Cuando marido y esposa se entregan de corazón a Jesucristo y lo hacen el Señor de su vida, de su matrimonio y de su hogar, lo único que los podrá separar es la muerte.
Rindámosle nuestra vida a Cristo, y veremos que �l se encargará de que nuestro matrimonio sea una unión perfecta.