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Martes 20 de julio de 1999


MENSAJE
Extranjeros en su propia tierra

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Redacci�n
Cr�tica en L�nea

Se hab�a independizado de Espa�a hac�a s�lo quince a�os. Ahora le tocaba cosechar lo que hab�a sembrado. Con la rebeli�n de Tejas en 1836, M�xico perdi� gran parte de su territorio norte�o. Pero pasar�an otros dieciocho a�os antes de que su p�rdida llegara a su colmo. Con la venta de La Mesilla en 1854, M�xico ya hab�a acumulado en territorio perdido la mitad de su extensi�n original. Adem�s de Tejas, el antiguo norte de M�xico inclu�a los actuales estados de California, Arizona, Nuevo M�xico, Nevada y Utah, as� como partes de Wyoming, Colorado, Kansas y Oklahoma. Por eso a los hispanoamericanos que actualmente viven en el suroeste de los Estados Unidos de Am�rica se les ha llamado �extranjeros en su propia tierra�.1 No se trata de que sean extranjeros en el sentido estricto de la palabra, sino de que se sientan como extranjeros en su propia tierra.

Si hay alguien en la historia de la humanidad que puede identificarse divinamente con ese sentir del hispanoamericano en tierra ajena, es Jesucristo, el Hijo de Dios. Siendo ciudadano del cielo, se traslad� a la tierra, y no necesit� visa de extranjer�a ni de residencia porque adquiri� su ciudadan�a de nacimiento. Hizo suyas las costumbres de los habitantes de la tierra y se identific� plenamente con nosotros en lo material y en lo espiritual, y sin embargo culturalmente se sent�a extranjero, �de otro mundo�, porque disfrutaba de una doble ciudadan�a. Dej� por un tiempo la ciudadan�a del cielo para adquirir la de la tierra, a fin de vivir entre nosotros con todos los derechos y privilegios de un ciudadano. Pero tambi�n dej� esa ciudadan�a celestial a fin de morir por nuestros pecados, como merec�amos morir nosotros mismos. Y todo para que nosotros, al igual que �l, pudi�ramos disfrutar de una doble ciudadan�a. S�lo as� podr�amos alg�n d�a vivir con �l en el cielo. Pero durante alg�n tiempo tambi�n nosotros nos sentir�amos extranjeros en nuestra propia tierra.

Ahora bien, el sentirnos extranjeros en nuestra propia tierra no es necesariamente perjudicial. �Hasta puede ser ventajoso! Lo cierto es que el Padre celestial quiere que nuestro sentir sea como el de San Pablo, contentos de afirmar como �l: �Dios,... por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando est�bamos muertos en pecados.... y nos hizo sentar con �l en las regiones celestiales.... Muchos.... s�lo piensan en lo terrenal. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo.

 

 

 

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