Hay profesiones que todo el mundo admira por su labor en atención a los ciudadanos.
Cuando uno crece, se escucha a los niños decir: "Yo quiero ser bombero". O lo otro: "Seré médico para ayudar a los más necesitados".
Me quedé con la boca abierta al ver lo que ocurrió hace dos semanas cuando un hombre fue golpeado por un automóvil frente a la Embajada Americana y no fue trasladado al hospital cercano, porque no era responsabilidad de una entidad tal llevar al ciudadano mal herido.
Tuvo que pasar varios minutos para que la Policía detuviera una ambulancia privada para que llevara al paciente al nosocomio.
Igualmente, fue sorprendente la actitud de funcionarios rescatistas que le dijeron a una persona que la ambulancia de los bomberos no puede trasladar a una persona hacia un hospital privado, porque el protocolo así lo exige.
¿Qué está pasando con los bomberos y los médicos? ¿Es que acaso se han vuelto indolentes con los demás?
Nuestro país ya tiene demasiados problemas para que ahora ciertos malos funcionarios de los servicios de emergencia se les ocurra implementar medidas clasistas y restrictivas para la atención de los pacientes o heridos.
Vale la pena recordar que los médicos y los bomberos, así como también las enfermeras y policías, deben por obligación defender la seguridad y salud de los ciudadanos.
Y no vale la excusa que los jefes son los que deben imponer la ley y las restricciones. Uno mismo debe evaluar cuando la persona se merece recibir la atención debida.
Lo mismo pasa con los demás ciudadanos. Si vemos que alguien sufre un accidente, debes llamar a los servicios de emergencia y, si es una situación muy extrema, rescatar a las víctimas. El deber hacia el prójimo es lo esencial para vivir en una sociedad mejor.
