Las celdas nunca son tan frías, tan impersonales, tan tristes, como cuando llega Navidad. Allí, cuando el reloj marca las 12 de la noche, entre barrotes no hay abrazos ni voces que a los cuatro vientos deseen una feliz Navidad, pues prefieren esconderse tras los recuerdos, mientras las lágrimas amenazan con desbordarse.
Blas Julio, quien pasó tres Navidades entre rejas, recuerda que al llegar la medianoche muchos de los detenidos se tapan los oídos para no escuchar los fuegos artificiales, mientras que otros recuerdan a sus familiares y la fiesta del barrio.
"El estar tras las rejas me enseñó que la Navidad no es aquél consumismo al que estamos acostumbrados. La Navidad es escuchar un villancico sin voz, es encontrarte con tu familia sin que estén allí, es compartir el verdadero encuentro con Dios, es valorar a tu familia", asegura el periodista oriundo de la provincia de Veraguas.
El también pintor relató que para las fiestas decembrinas acostumbraba a confeccionar las tarjetas de Navidad que luego los reclusos le compraban a 1 dólar. Además, le encantaba escribir las cartas que sus amigos de reclusión, que no lo sabían hacer.
SU PRIMERA NOCHEBUENA
Este amante de la pintura y los libros recuerda que su primera Navidad fuera de las rejas la pasó junto a los seres que más ama en la vida: su esposa Anabel y su hija de 13 años, María Berta.
"Ver como mi familia hacía el árbol de Navidad, luego de tres años en la cárcel, es algo que nunca olvidaré y ni hablar del menú de aquella noche. Sin embargo, cuando a la medianoche sonaron las campanas, me vinieron a la memoria tantos recuerdos de mis años en prisión", dijo mientras su mirada se perdía en el infinito.