Milcíades A. Ortiz Jr.
Cuando éramos niños, mi hermano Orlando y yo inventamos lo que llamamos "cacería de bolas de Navidad".
Con unas escopetas de balín que nos regaló el tío Alfonso, buscábamos árboles navideños con grandes bolas... ¡para destruirlas!
Claro que era broma y hasta maldad lo que hacíamos, sin ninguna malicia ni remordimiento.
Nos llenaba de emoción cuando un certero balín destruía las bolas. Se anotaban las piezas "cazadas" para saber quién ganó la competencia...
El asunto no era muy fácil que digamos. Había que ponerse en un sitio cercano al arbolito. Siempre existía el miedo de que los dueños de las casas nos descubrieran.
Así que salíamos con ropas oscuras, sin que nuestros padres supieran lo que hacíamos. Horas antes habíamos ocultado en el patio los rifles de balín...
Los mejores tiros se hacían desde el piso como si fuéramos expertos "francotiradores".
Una vez competíamos por romper un "Angelito" que estaba en la parte de arriba de un árbol. Cuando le pegamos, se produjo un corto circuito.
Salimos huyendo ante los gritos de los dueños de la vivienda, que no sabían por qué se quedaron sin luz.
Otra "maldad" se la hacíamos al Nacimiento que armaba todos los años mi madre con mucho esmero.
Cambiábamos figuras y escondíamos al Niño Dios. Esto causaba molestias a mi mamá que lo consideraba un "sacrilegio".
También en Año Nuevo volteábamos tinacos, a pesar de los gritos de algunos vecinos.
Una vez le amarramos una lata a un pobre gato, que salió "disparado" maullando de temor.
Lo que nunca pudimos hacer fue "descubrir" cuándo Santa Claus "traía los juguetes". El sueño nos vencía siempre, por más que nos echáramos agua y con los dedos mantuviéramos los párpados abiertos.
Pronto papá nos explicó el asunto, porque consideraba que no era muy adecuado mantenernos con esa ilusión. Él pensaba que mejor supieramos la "realidad de la vida". Eso nos decepcionó.
Ya no disfrutamos de la acción de querer "atrapar" a Santa Claus, y eso nos dejó un vacío en nuestras almas de niños.
Ahora, sesenta años más tarde, a veces lamento las bromas que hicimos a vecinos que nos apreciaban. Bueno, pero eso era una manera de divertirnos en Navidad, de niños de otra época...