Dice la leyenda griega que la Tierra es como una diosa, madre de todas las criaturas. "Gaia", nombre al que los helenos la llamaban, daba los frutos del campo a sus hijos, entre ellos los animales y el Hombre. Empero, algunas veces la Humanidad abusaba de los dones dados por la diosa: caza excesiva, incendios provocados, guerras. Por ello, Gaia de vez en cuando castigaba al ser humano con terribles desastres para recordarle que ella es un ser viviente y que le gusta tener todo en equilibrio.
El próximo 26 de diciembre se cumple un año del desastre que devastó gran parte del Océano Indico y mató a 270, 000 personas en diez países. El enorme poder de "Gaia" fue mostrado ese fatídico día, mientras millones disfrutaban las vacaciones navideñas en el Sudeste Asiático.
Igual que la mítica Atlántida, que sucumbió "bajo las olas del mar", el cataclismo en Sumatra, Indonesia, reveló la fuerza del océano embravecido. El "tsunami", o maremoto, arrasó con ciudades, playas, bosques, arrecifes de corales. El sismo que lo provocó, de 9.3 grados en la escala Richter, fue tan fuerte que incluso hizo desviar el eje de nuestro planeta, alargando en coda de microsegundos las horas del día. Ya muchos dicen que las jornadas son más cortas con luz solar.
Empero, el tsunami también demostró que la humanidad no está preparada para enfrentar la fuerza de los maremotos. Las superpobladas ciudades de India, Tailandia, Sri Lanka e Indonesia estaban desprevenidas ante el maremoto que las golpeó el día después de Navidad.
Tampoco la comunidad internacional supo organizarse a tiempo para enviar suministros y apoyo humanitario a las regiones afectadas por el maremoto.
Ahora, las Naciones Unidas, en conjunto con organismos especializados, han comenzado a instalar varios centros de monitoreo remoto en el Océano Indico para verificar el fondo del mar y advertir cuando ocurran, nuevos terremotos que pueden provocar los tsunamis.
Por desgracia, en la región centroamericana y en Panamá, poco o nada se ha hecho. Aunque el Istmo pareciera estar lejos de sufrir semejante desgracia como el tsunami del 2004, ya en el pasado han ocurrido estos eventos en el litoral panameño. El 7 de septiembre de 1882, un terremoto de más de 7 grados azotó la región central del país y generó una enorme ola que arrasó con pequeños poblados en Kuna Yala, matando a cientos de personas.
En abril de 1991, otro sismo en Bocas del Toro, causó una gran ola que entró tierra adentro en la apartada provincia panameña.
La ubicación de ciudades como Panamá y Colón, situadas a casi el nivel de mar, debe preocuparnos. Jamás en nuestro país se han realizado simulacros de emergencia ante un posible maremoto. Es más, cuando se anuncian estos imprevistos, hasta la gente sale a ver en el Malecón de Avenida Balboa si vienen las olas gigantes.
Sería bueno que las autoridades del SINAPROC, el Cuerpo de Bomberos, la Cruz Roja, entre otras, comenzará a tomar medidas de precaución, pues vale más estar listos antes que reaccionar, cuando ya tengamos al tsunami golpeando las puertas de nuestras casas.
