En Panamá hay una vasta mayoría de cristianos: Católicos Apostólicos Romanos, Evangélicos y otras creencias fundamentadas en el mensaje de Jesucristo.
Pero a raíz de la inmigración de los últimos cinco años, el número de musulmanes, budistas, judíos y de otras religiones está creciendo significativamente.
La tolerancia es el principal pilar para la convivencia pacífica. Y cuando hablamos de pacífica, no nos referimos a que no haya guerra, sino a una sociedad en que no hayan tensiones sociales basadas en la religión, en que no se murmuren comentarios denigrantes como: "esos musulmanes...", o "esos evangélicos...".
Con el proceso de expansión del Canal de Panamá, y el "boom" económico, el país está revalidando ese lema de "Crisol de razas" que nos ha identificados desde que alcanzamos la independencia como nación.
Casi todos nosotros como panameños podemos decir que tenemos raíces y/o familiares en otros países. Muchos de nosotros tenemos apellidos provenientes de otros continentes. Después de todo, somos una nación que escasamente tiene 104 años de vida como República.
Hemos aprendido a vivir los blancos con negros, con asiáticos, con indígenas y con mestizos. Sin embargo, la gran mayoría católica que caracterizó a la población panameña (y que incluso está reconocida en nuestra Constitución Nacional), ya no es abrumadora.
Esto ha causado que se vociferen algunos comentarios despectivos e hirientes sobre las prácticas y costumbres de otros fieles. Las sociedades de muchos países han quedado destruidos más allá de la reparación, por causa del odio religioso.
En Panamá estamos muy lejos de eso todavía (Gracias a Dios), pero hay algunos de nosotros que aún no nos hemos dado cuenta de que otras religiones no son una amenaza para la suya.