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Una reconstrucción física y espiritual

Por: Hermano Pablo | Reverendo

La novia entró como todas las novias: vestida de blanco, feliz, radiante, emocionada. Ante el altar la esperaba su novio, con gran expectación, ansiedad y amor. Y los invitados, los parientes, el clérigo, todos sentían una emoción excepcional. Estas eran unas nupcias especiales.

La ceremonia transcurrió como de costumbre, aunque sí había una diferencia. El novio no pudo ponerle el anillo acostumbrado a la novia. No pudo porque ella tenía ambas manos amputadas. Diez años atrás, Mary Vincent, cuando tenía sólo quince años de edad, había sido raptada y violada, y el violador le había cortado ambas manos con un hacha. Pero ahora se encontraba frente al altar, habiéndose sometido a una completa reconstrucción física, moral y espiritual. Con razón aquella boda era algo muy especial.

La noticia de lo que le había sucedido a Mary, tan pronto como se propagó, había conmovido a todo el mundo. Había sido raptada, violada, mutilada y abandonada en una carretera solitaria. Cuando fue hallada, estaba desnuda y drogada. Parecía el fin de una bella e inocente adolescente de apenas quince años de edad, algo de lo cual jamás podría reponerse.

Sin embargo, sus muñones fueron curados, manos ortopédicas le fueron colocadas, sus tremendos traumas mentales y emocionales fueron poco a poco eliminados, y a los diez años se disponía a casarse con un joven que la amaba, y con el que comenzaba, completamente renovada, una nueva vida.

Una desgracia nunca tiene que ser el punto final de una carrera. Mientras hay vida, hay esperanza, y nada, excepto la muerte, tiene que marcar el fin de una persona o el fin de un destino.

Dios tiene recursos infinitos para edificar, para levantar, para alentar, para reconstruir. La fe en Dios, la sumisión a su divina voluntad, hace maravillas. La esperanza en una mañana mejor levanta el espíritu. La voluntad de vencer y recuperarse de cualquier clase de caída es una energía, una fuerza, una virtud que reanima el alma muerta.

Cualquiera que esté contemplando hoy lo que parece ser su ruina definitiva debe convencerse de que sólo la muerte es definitiva. Todo lo demás tiene remedio. "No te des por vencido, ni aun vencido", decía un poeta argentino.

Jesucristo dijo: "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso" (Mateo 11:28). Si clamamos a Cristo podremos lograr la vistoria.



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