Si las advertencias de los otorrinos y especialistas en los órganos del oído, señalando que el exceso de ruidos produce daños irreversibles en el sistema auditivo, son ciertas, en Panamá habrá en pocos años una población numerosa de sordos.
Si no, súbase usted a un bus de la ruta urbana y sufrirá los efectos devastadores de los altos decibeles con que son sintonizados los equipos rodantes. Una bullaranga insoportable capaz de enloquecer a cualquiera se ha hecho costumbre en los buses a toda hora, sin que haya quien aplique la ley que regula esta materia.
Lo más desalentador para el pasajero citadino, es que no hay autoridad que ponga fin a semejante abuso, pues pareciera haber una complicidad con estos conductores que cotidianamente atentan contra la salud de una población indefensa.
Ni la Alcaldía de Panamá, ni el Ministerio de Salud, ni la Dirección de Tránsito, han podido detener semejante atropello contra los usuarios del transporte colectivo.
Llamo la atención sobre este malestar que a no dudar tendrá serias repercusiones en la salud de los asociados en muy corto plazo.