Durante más de 70 años decenas de miles de panameños han integrado las filas del panameñismo y siento un inconmensurable orgullo de profesar esos ideales y objetivos comunes, consecuentes con el proyecto patriótico gestado por el Doctor Arnulfo Arias Madrid e ilustres hombres y mujeres con una firme e inquebrantable fe en el futuro.
La misión de quienes practicamos esta doctrina es aceptar el reto que nos impone las actuales condiciones existentes en nuestro país y además, recuperar nuestra inspiración y propósitos, transformar nuestras estructuras con base en la participación independiente, democrática y pluralista de todos nuestros copartidarios.
Esto nos permitirá, más allá de las posiciones individuales y de los intereses particulares, volver a representar la esperanza de quienes tienen a Panamá como fuente de inspiración y no como objetivo de utilidades. Es de imperiosa necesidad renovarnos como entidad política, establecer cambios y transformaciones que nos permitan una vez más enarbolar el estandarte de la lucha que a lo largo de siete décadas hemos sostenido
contra elementos nocivos, cuya influencia pretende borrar de la memoria colectiva heroicas jornadas por el rescate de los valores ciudadanos.
La época no permite el letargo ni la distracción, los cambios deben ser sustanciales. El radicalismo a ultranza no favorece el desarrollo de las ideas y la lucha intestina y estéril no permite la evolución del pensamiento y la creatividad. Es por eso que nuestro glorioso partido debe revestirse de una desprendida postura y dejar de lado el egoísmo para permitir que las transformaciones convocadas instalen una nueva generación de líderes para no quedar estancados en densos barrizales de esterilidad.
Debemos reagrupar a todos nuestros copartidarios y en jornadas de consulta abierta y constante renovar todos los cargos de nuestra directiva, cuya propuesta de gobierno interno ha perdido vigencia luego de las pasadas elecciones generales de mayo del 2004.
Así mismo, todos aquellos que por diversas causas han abandonado nuestras filas y se han incorporado a otros colectivos o mantenido su independencia en torno a los torneos políticos, deben ser conscientes que el partido Panameñista, conforme a sus postulados, no es un organismo excluyente y recalcitrante, incapaz de asimilar las diferencias existentes entre sus miembros sino una colectividad donde cada individuo es parte esencial del conjunto como una pieza clave.
Efectuar cambios a tiempo nos permitirá robustecer nuestras estructuras y demostrar una vez más, como ha sido frecuente a lo largo de más de 70 años, que el Partido Panameñista posee una fortaleza inmanente a su propio origen y no será jamás sometido por la adversidad ni por los truculentos recursos de los enemigos de la libertad.
De no darse un cambio real y efectivo el próximo 16 de enero del 2005, podríamos encontrarnos en una compleja situación. Por ello hay que consolidar el funcionamiento democrático del partido a través de reformas esenciales a nuestros estatutos y reglamentos y con un gobierno interno de transición que oriente y administre el proceso de renovación y democratización hacia un mañana que nos permita hacer frente al PRD, no sólo en el próximo torneo electoral sino también en aquellas decisiones que ultrajen el honor y quebranten los intereses de la colectividad.
