Quienes ingresen a la página Web de la Asamblea Nacional y observen la voluminosa planilla y los gastos que desembolsa este Órgano del Estado panameño terminarán convencidos de que semejante monstruo presupuestario ha sido confeccionado por una mente experta en dilapidar los recursos del erario público. Eso es hacer honor al refrán que dice "con lo que nada nos cuesta, hagamos la fiesta".
En la Casa de Justo Arosemena, quien en sus días de hombre público debió haber sufrido los rigores de la pobreza que embargaba a sus compatriotas, los funcionarios están clasificados en empleados permanentes, transitorios, por contrato, Diputados principales y suplentes y personal de diputados.
Para comenzar, un Diputado principal gana $7 mil mensuales, desglosados de la siguiente manera: mil 800 de salario, 3 mil 200 en gastos de representación, mil en dietas parlamentarias y mil en combustible. Cada suplente devenga $2 mil por mes.
La planilla actualizada al mes de agosto de 2008, tiene 1,230 empleados permanentes, tanto como cualquier ministerio; y hasta agosto de 2007 se habían celebrado mil 80 contratos por periodos que iban de enero a agosto.
Dónde cabe tanta gente, se preguntará alguien a quien se le ocurra navegar en esa trama interminable de sueldos, muchos de ellos jugosos y otros apenas para subsistir.
Como dato curioso, se publica un listado de dos mil uno contratos celebrados en el 2004, donde sólo aparece la fecha de inicio pero no la de terminación. Allí sobresale el nombre de un experto en asuntos de policía que percibió $28 mil en ocho meses.
Otra excentricidad inexplicable son los gastos en asuntos de seguridad, actividad completamente improductiva que no genera riquezas, sino más burocracia.
Con los $94 mil que costó el automóvil del Presidente de la Asamblea, alcanza para comprar más de 5 mil bolsas de arroz compita y aliviarle el hambre al pueblo.
