Ocurre en todos lados, tanto en el sector público como en el sector privado. Pero en el estatal esta anomalía toma dimensiones dramáticas y caricaturescas. La funcionaria en chancletas, comiendo empanadas en vez de estas haciendo su trabajo, es un retrato clásico que usan aquello que intentan ironizar sobre el pésimo desempeño del empleado público.
Pero el asunto también es grave en las oficinas privadas. En un país tan pequeño, donde hay tan pocos habitantes y se puede decir que casi todos somos primos, es lamentable que nos tratemos tan mal. Las secretarias, con demasiada frecuencia, reciben de mala manera a los potenciales clientes que se acercan a su lugar de trabajo.
Igual se puede decir de las recepcionistas que contestan de mala gana los teléfonos y a cada rato extravían las llamadas, y en lugar de ayudar, a veces lo que hacen en obstaculizar la comunicación entre los clientes y la empresa.
Pero quienes más daño hacen son aquellos que, en oficinas públicas y privadas, no dan el ciento por ciento de su capacidad, por estar entretenidos jugando solitario en la computadora, o navegando en internet por razones meramente personales.
Todo esto nos tiene a paso de tortuga como país, incapaces de competir de tú a tú con otras naciones donde sus gentes compiten entre sí para ver quién lo hace mejor, y quien demuestra ser más culto. |