REFLEXIONES
"El juicio al dictador"

Carlos Christian Sánchez C.
Relacionista Internacional
La América Latina tiene la fama de ser la cuna de las más terribles dictaduras militares. El siglo XX ve el nacimiento de líderes maquiavélicos, déspotas de uniforme gris y condecoraciones falsas, que usaban pañuelos blancos para limpiarse la sangre derramada por el asesinato de sus opositores. Tal fue el caso de Chile. La subida al poder de Salvador Allende, un dirigente socialista moderado que ganó los comicios efectuados en 1970, motivó que sectores conservadores y las fuerzas armadas, con el respaldo de agentes de la C.I.A., lanzaran un golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1973. La excusa: la amenaza del comunismo en Sudamérica no podía ser permitida desde el Palacio de la Moneda, en Santiago. Heroicamente, Allende muere defendiendo la institucionalidad ante las balas de los soldados dirigidos por el furibundo comandante Augusto Pinochet, figura misteriosa de lentes oscuros, con los clásicos rasgos de los militares fascistas. Temido por millones, el dictador se asienta sobre las cenizas de la democracia chilena, creando un reinado del terror que durara hasta el 5 de octubre de 1988, fecha del histórico plebiscito popular que niega otro período presidencial al polémico personaje. Por 16 años, Pinochet dominó el país sureño. Cerca de tres mil chilenos desaparecieron. A los opositores, los mataron en el desierto de Atacama o fueron lanzados en el Océano Pacífico, desde helicópteros y aviones. Lo extraño fue que, después de dejar el poder, el señor Pinochet no fue enjuiciado debidamente. Delante de él, desfilaron las administraciones democráticas de Patricio Alwin y Eduardo Frei. Muy poco se hizo por llevar al exdictador a los tribunales de justicia locales para responder a los crímenes. Gracias a la justicia divina, el grito de las almas perdidas llegó a los oídos de los magistrados de justicia foráneos; luego surge la detención del veterano militar en Londres, en esa misma nación que tanto le respaldó en sus aventuras fascistas, con el fin de detener el socialismo. Un juez español, Baltazar Garzón, ante los reclamos de familiares de ciudadanos ibéricos desaparecidos en la represión militar chilena, envió una solicitud para detener a Pinochet, mientras éste se encontraba bajo un análisis médico en la capital británica, en octubre de 1998. La justicia extranjera se tomó el derecho de impedir la salida de Pinochet, hasta resolver la querella contra su persona. Este 8 de octubre de 1999, al cumplirse un año de la detención del exdictador, del tribunal de Bow Street se decidió acoger la solicitud de extradición del militar chileno como parte de la petición formulada por el juez español. Anteriormente, la Cámara de los Lores de Inglaterra, máximo organismo jurídico inglés, rechazó la inmunidad parlamentaria y diplomática de Pinochet, puesto que más valía la influencia de la justicia europea, que la latinoamericana. Pinochet enfrenta cargos muy serios después del segundo fallo: Genocidio, terrorismo y tortura. Por supuesto que los familiares de los tres mil desaparecidos celebraron este logro de la justicia europea. No así los sectores derechistas y los políticos defensores del exdictador. En cuanto a las relaciones bilaterales entre Chile y el Reino Unido, será el gobierno Laborista de Tony Blair, el que enfrente las repercusiones. El desenlace del juicio pueden llevar al traste los negocios armamentistas entre Londres y Santiago, que suman unos 820 millones de dólares en comprar de equipos bélicos ingleses, por parte de las fuerzas armadas chilenas, en este período. Recordemos también que Chile apoyó a los británicos en la Guerra de Las Malvinas en 1982. La lección está escrita en letras esculpidas en mármol. Desde octubre de 1999, ningún otro dictador en el mundo, quedará impune ante sus crímenes en sus propios países. Tampoco muchos no creemos que la salud del señor Pinochet sea una cuestión "humanitaria". Ahora, bajo la careta del "Santurrón", el pobre viejito no puede llevar la pesada carga moral de la muerte de miles de personas inocentes, sólo porque ellas pensaban hacia la izquierda y no hacia la derecha capitalista.
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