EDITORIAL
¿Por qué mienten los políticos?
Ahora que los medios de comunicación destaparon que el gobierno de Mireya Moscoso está analizando una propuesta de Estados Unidos para establecer en ambas costas panameñas diez puestos militares de espionaje, en contra del narcotráfico, se confirma que los políticos panameños, sean del bando que sean, no saben decir la verdad cuando se trata de negociaciones con los gringos. Lo mismo le pasó al gobierno de Ernesto Pérez Balladares. Tuvieron que ser los periódicos mexicanos los que publicaran el texto leonino del documento que establecía el Centro Multilateral Antidrogas (CMA), y que revelaba que los panameños estaban prácticamente regalando su soberanía una vez más y, lo que es peor, lo estaba haciendo un gobierno perredista en vísperas del cumplimiento de los tratados Torrijos-Carter. Si eso no se hubiese publicado, el gobierno PRD habría firmado. En esos años, los arnulfistas, que están ahora en el poder, buscaron las cámaras de televisión, las grabadoras de la radio y las libretas de los periodistas de los diarios para rasgarse las vestiduras y exigir que el gobierno de El Toro dijera la verdad en torno al CMA. Pero hoy, ellos, los arnulfistas, pretendían mantener en las sombras esta negociación que es tan peligrosa como la anterior. Lo que provoca risa es que esta vez son los perredistas quienes salen a pedir "transparencia" en la negociación. En el fondo de la olla vuelve a quedar la misma zurrapa: los políticos, de todos los bandos, prefieren mil veces la mentira y el disimulo. Con sus ropajes de falacias son lentos para aceptar la verdad de sus actuaciones, muchas veces erradas, y raudos para las malas decisiones y el engaño. Parecen regodearse detrás del antifaz, y se presentan ante el mundo como impolutos querubines, incapaces de hacerle daño a este pueblo que juran amar. Al pueblo le corresponde estar atento. Cuando un político dice haber puesto algo arriba, habrá que buscar debajo; lo blanco será negro y donde prometió sembrar semillas de vida, habrá que esperar la parca. La verdad y la mentira no son, para el político, valores o criterios que rijan su vida. Son monedas de cambio, documentos negociables que bien pueden usarse en una u otra dirección, dependiendo de qué beneficios le propicie cada una. Al final, el panameño común, ese que tiene que romperse la espalda a cambio de un salario mínimo injusto; que tiene que pagar tarifas de luz y teléfono cada vez más altas, y por un servicio malo; ese que no tiene para mandar sus hijos a la escuela ni para pagar el bus o el agua; ese, panameño vida mía, tiene que soportar las mentiras y quedarse callado, porque si protesta le va peor. Hasta que...
PUNTO CRITICO |
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