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Milciades Ortíz | Catedrático

Era un espectáculo de lujo. Por lo tanto, costaba sus buenos reales la entrada. Sin embargo, se llenó. Curioso ante esta realidad, comenté con un rico el asunto. Le dije que la tercera parte de los panameños eran pobres, y no se explicaba ese gasto de plata en lujos.

El rico se rio. Me dijo que quienes estaban allí era "el restante setenta por ciento de los panameños".

O sea que la mayoría de los panameños tiene recursos y no son pobres.

Por lo general, la gente se preocupa por los pobres, según encuesta realizada por el Banco Mundial el año pasado, alcanza a un millón noventa mil panameños.

Pero la pobreza panameña se redujo cuatro por ciento en los últimos cinco años.

De todas maneras, no se justifica que haya tanta pobreza en este paisito, lleno de rascacielos, viviendas de playa, cantantes extranjeros famosos, etc.

La economía panameña no es fácil de entender, sobre todo en los pobres.

No tienen qué comer, pero algunos lucen joyas de oro, gastan plata en fiestas cada semana, y visten como si fueran modelos.

Yo llamo a esta curiosa realidad "Pobreza a Colores". Si no me creen, visiten viviendas de pobres. No les extrañe encontrar plasmas, computadoras, componentes de sonido, muebles finos, etc.

Uno puede pensar que esos artículos son producto de actividades ilícitas, pero en la mayoría de los casos no es así.

Esto que menciono no es de ahora. Hace cuarenta años, investigaciones que hizo el entonces Instituto de Vivienda y Urbanismo, IVU, revelaron ese fenómeno que -dicho sea de paso- no se da en otros países.

Por lo visto, nuestros pobres no tienen empleos formales, pero "se rebuscan" haciendo diversos trabajos informales.

Añada a esto los falsos valores. En lugar de gastar dinero en bebidas alcohólicas, deberían destinar esa plata para comprar leche, carne, y otros alimentos.

Dejar a un lado las prendas no hará daño a nuestros pobres, y les permitiría poder vestir mejor, vivir en un sitio más sano, etc.

Panamá es un país de enormes contrastes, aunque no lo parezca.

Mientras uno puede ver a niños pidiendo plata para comer, hay otros que tienen que pagar costosas consultas médicas... para rebajar el ¡sobrepeso! Están gordos, lo que afecta la salud tanto como el hambre.

Acabar con la pobreza no es fácil, pero tampoco imposible. Eso sí, que no se les ocurra andar regalando dinero por allí. ¡Póngalos a trabajar de verdad!




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