La nacionalidad panameña se ha forjado gracias a la preservación de sus tradiciones y costumbres. Esto sería un proceso normal si Panamá no hubiese experimentado durante décadas, la penetración cultural de diversas fuerzas extranjeras.
Aquí estuvieron los franceses durante la primera fase de la construcción del Canal. Posteriormente, arribaron los estadounidenses para concluir la obra. Ambos grupos difundieron sus hábitos y costumbres por el territorio nacional.
Oleadas de inmigrantes llegaron también durante esta época y se asentaron en el territorio, y ellos también trajeron consigo tradiciones y hábitos particulares.
Al país ingresaron chinos, hindúes, hebreos, italianos, griegos, españoles e individuos de otras nacionalidades con su bagaje a cuestas, ejerciendo algún tipo de influencia sobre la población.
Esta presencia multiétnica amenazaba con erosionar el tejido de la identidad panameña. Sin embargo, el pueblo de Los Santos conservó con esmero y cuidado todas las representaciones del sentir panameño y se convirtió en el bastión más importante de la cultura vernácula de nuestro país.
Desde aquel histórico 10 de Noviembre de 1821, cuando se dio el Primer Grito de Independencia de Panamá de España, los santeños han resistido todo tipo de filtraciones extranjerizantes.
Ese día, Panamá logró no solo dar impulso al proceso de emancipación del yugo colonial, también sentó las bases de la dignidad patriótica, lo que significa ser panameño.
El pueblo santeño siempre se ha manifestado orgulloso de sus tradiciones y de su cultura, y no es para menos porque su resistencia no fue solo contra el poder físico y material del imperio colonialista, sino también contra elementos más sutiles y menos tangibles.
Saludamos al heroico pueblo de la Villa de Los Santos que ha sabido ser digno representante de la esencia panameña y se ha convertido en un verdadero centro de conciencia de la cultura, las tradiciones y la nacionalidad.
