MENSAJE
La confesión del Cóndor
- Hermano Pablo
- Costa Mesa, California
La selección chilena
jugaba el partido decisivo para ir al mundial de Italia. No valía
el empate. Tenían que ganarle al Brasil, en el Maracaná.
El ambiente estaba tenso. Más de 130.000 espectadores habían
colmado las graderías del inmenso estadio. Cuando se entonó
el himno nacional de Chile, las rechiflas y los gritos de la pelota. Dunga
avanza con velocidad. Dunga no levanta al cabeza. Dunga centra la pelota
y Careca conecta de cabeza. La pelota con violencia va hacia la portería
chilena. Las tribunas se levantan, preparando el grito del gol, que Rojas,
con un vuelo espectacular, aboga. Tiro de esquina.
"Dunga al ataque. Cabecea dentro del área chica. Muchos cantan
"gol!, pero Rojas está inspirado. Otra magnífica intervención,.
"El Cóndor" vuelve a volar y saca la pelota al tiro de
esquina".
No importaba. Brasil sólo tenía que mantener el empate.
Era lo único que necesitaban para ir a Italia.
En las gradas de ese monstruoso estadio se encontraba una empleada de
"Light", la compañía de electricidad de Rio de Janeiro.
Alguien le había entregado una bolsa de plástico con dos luces
de bengala. Durante el primer tiempo, que terminó empatado sin goles,
ella se había olvidado de la bolsa. Pero al inicio del segundo tiempo,
después del gol de Careca del Brasil, sacó la bengala, leyó
las instrucciones, apuntó hacia el cielo y tiró la cuerda.
Silbando, la luz de bengala cayó sobre la cancha, a escasos metros
de "El Cóndor". Rojas se llevó las manos a la cara
y el juego se interrumpió. Era el minuto 68 con 44 segundos de juego.
El Cóndor" estaba herido, en al grama frente al arco. El
humo de la pólvora cubría en una nube de confusión
el incidente. En cuestión de instantes llegó una camilla que
se llevó hacia los vestuarios al arquero con el rostro completamente
ensangrentado.
Los dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol
descubrieron -porque las cámaras no mienten- que Rojas había
aprovechado el momento para cortarse la frente con un bisturí que
se había metido en el guante, y le aplicaron la pena capital del
fútbol profesional; es decir, lo sancionaron de por vida. Pero pasaron
diez meses antes de que "El Cóndor" confesara su culpa.
El fútbol para él lo había sido todo.
Qué podemos aprender nosotros de "El Cóndor"
. En su autobiografía "El Cóndor herido", que escribió
con Sonia Vengoechea e Italo Frígoli, nos da a entender que, sea
cual sea nuestra justificación, tarde o temprano más vale
que confesemos nuestra culpa, si es que queremos librarnos de ese peso que
llevamos adentro. 1 "Mi problema era con mi conciencia y mi paz interior",
reconoció Rojas. El ya se lo había confesado todo a Dios y
a su familia, en privado. Pero Dios le mostró el camino de la confesión
pública, y eso -según "El Cóndor" "era
lo único que valía".2.


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