Miércoles 28 de oct. de 1998

 








 

 


FAMILIA
Los matices raciales por el uso de la cocaína

James A. Inciardi

B ien por el contrario, durante las primeras décadas del siglo XX, los comentarios sobre la cocaína adoptaban matices raciales, precipitados por los temores blancos a los impulsos sexuales y criminales de los negros. En 1910, por ejemplo, el testimonio ante un comité de la Cámara de Representantes ilustró estos temores y también incluyó casi todos los estereotipos blancos respecto de los negros:

La gente de color parece tener una debilidad por ella (la cocaína). Es una droga muy seductora y produce una euforia extrema. Las personas que están bajo su efecto creen que son millonarias. Tienen un ego exagerado. Se imaginan que pueden levantar ese edificio, si quieren, o pueden hacer cualquier cosa que quieran. No tienen respeto alguno por el bien o el mal. Produce un tipo de insania temporaria. Con toda tranquilidad violarían a una mujer o cualquier otra cosa y una gran proporción de los casos de violación del sur se han vinculado con la cocaína".

En las últimas décadas, el consumo de cocaína estuvo asociado con grupos tan exóticos como los beatniks del Greenwich Village de Nueva York y North Bach de San Francisco, la colonia cinematográfica de Hollywood y en la medida como la gente linda de las ciudades, que la cosa pasó a conocerse como la droga de los hombres ricos.

Durante fines de los años sesenta y principios de los setenta, la cocaína y su consumo empezaron a pasar al submundo a la sociedad habitual, en gran medida como consecuencia de una serie de decisiones tomadas en el momento en Washington DC. Primero, el Senado de Estados Unidos y la burocracia encargada de hacer cumplir la ley en el nivel federal patrocinaron leyes que sirvieron para reducir la producción legal de drogas del tipo de las anfetaminas en Estados Unidos y a poner estrictos controles en el Quaalude y otros sedanes de los que se abusaba. Segundo, y lo más importante, el Banco Mundial asignó fondos para la construcción de la Carretera Panamericana a través del valle del río Huallaga en las altas selvas del Perú. Estos dos factores se combinaron para introducir la era de la cocaína.

El cultivo de hojas de coca siempre había sido popular en las colinas de los Andes peruanos, pero el cultivo estaba en su mayor parte limitado al consumo local en té o para mascar. Sólo una cantidad relativamente pequeña de hojas podían conseguirse para procesarlas y obtener cocaína. El viaje a través de los rocosos Andes era difícil y las hojas de coca tenían que ser llevadas a lomo de mula. La construcción por parte del Banco Mundial de un camino pavimenado a través del valle Huaallaga abrió rutas de transporte para el envío de coca, y la dificultad para conseguir anfetaminas y sedantes en Estados Unidos ayudó a suministrar un mercado dispuesto para la nueva sustancia intoxicante. Con el consumo de cocaína en aumento en Estados Unidos, los cultivadores de América del Sur y los empresarios respondieron abriendo vastas zonas nuevas para el cultivo de coca.

La carretera de la cocaína empieza en los Andes de América del Sur donde se cultivan las hojas de coca. Están las zonas de Chapare, Beni y Yungas delnorte y el centro de Bolivia -zonas caracterizadas por espectaculares picos montañosos con bellos pasos coronados de nieve y estruendosas cascadas que se precipitan hacia valles subtropicales y humedecen las tierras bajas. En Perú hay remotas selvas altas que rodean el Alto Huaallaga, un afluente del poderoso Amazonas. En Ecuador hay tierras altas a ambos lados del ecuador y zonas adyacentes a Guayaquil, la ciudad más grande de la nación. En el sudeste de Colombia está el vasto y virtualmente deshabitado territorio amazónico, y hay plantaciones en Asia Oriental, Bali y el Caribe.

 

 

 


 

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