MENSAJE
Cargo de conciencia

Hermano Pablo
Ocurrió en el Departamento de Canelones, cerca de Montevideo, Uruguay. La señora Esther González de Torterolo había sido arrojada a un pozo, junto con sus cuatro hijitos, en medio de la noche. A los gritos de la infortunada víctima habían acudido los vecinos. Tras muchos esfuerzos habían conseguido sacar del pozo a la señora y a dos hijos, Carlos de once años y María Teresa de siete. Pero sus dos hijos pequeños, Miguel Ángel de seis y Marisol de tres, perecieron ahogados. Desde el primer momento acusaron a un trabajador llamado Pablo Hernández Jara de ser el autor material del crimen, por razones amorosas. Posteriormente apresaron y encarcelaron junto con él a un cómplice, y condenaron a los dos a cadena perpetua. Sin embargo, a los tres meses lo que era ya el famoso crimen de Canelones tuvo un vuelco inesperado. La señora Torterolo no pudo más con la carga de su conciencia, y confesó que ella misma era la autora del asesinato de sus hijos. Dijo que en un estado de semilocura y apremiada por la tirante situación económica, había tomado la determinación de suicidarse y eliminar también a sus hijitos. Después de la confesión, a los dos hombres inocentes los dejaron en libertad. La conciencia es esa voz interior que nos juzga continuamente. Sabe todo lo que hacemos, recuerda todo lo que hemos hecho, se anticipa a lo que pensamos hacer. La conciencia habla, grita, susurra, clama, protesta, burla, acusa y condena. Pero la conciencia no salva. Debemos aprender a escuchar la voz de nuestra conciencia. Y debemos acostumbrarnos a someternos humildemente a sus dictados. Pero no nos quedemos ahí. Una vez que nuestra conciencia se ha despertado, debemos acudir al Único que tiene poder para perdonar y salvar. Debemos acudir a quien derramó su preciosa sangre en el Calvario para limpiar nuestra conciencia de toda maldad, al Señor Jesucristo.
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